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viernes, 22 de septiembre de 2017

RELIGIÓN SIN CULTURA, CULTURA SIN RELIGIÓN


En el último Meeting de Rímini, este gran encuentro anual que organiza Comunión y Liberación, Olivier Roy acuñó una visión de la Yihad dotada de un gran poder explicativo, al aplicarles el concepto de religión sin cultura. Y es muy exacto toda religión desarrolla una cultura de la que se nutre y que, a su vez, constituye el marco de referencia mundano dentro del cual vive la región. La medida de la universalidad de esta última se expresa precisamente por su mayor o menor facilidad para que su cultura devenga universal. Es lo que acaece con el cristianismo. En el otro extremo, el hinduismo, una de las grandes religiones del mundo, porque 800 millones de seguidores son muchos, da pie a una cultura prácticamente étnica.

Como describe Roy, los yihadistas se caracterizan por un perfil que denota su ignorancia, su falta de pertenencia a alguna de las tradiciones musulmanas. Una cuarta parte de los que hacen la yihad son convertidos, mayoritariamente inmigrantes de segunda generación. Señala como ejemplo de esta carencia cultural el caso del imam de Vic, que se autoproclamó con tal función, sin ningún tipo de preparación y después de pasar por la cárcel. Son personas que vivían en Europa, pero rechazan lo que ella les ofrece como vida personal. Su cultura de la muerte entronca perfectamente con la tradición nihilista surgida en occidente. Podríamos decir que de la misma manera que el Pol Pot y Stalin y sus respectivos y sanguinarios regímenes surgieron del marxismo, pero ni mucho menos lo reasentaban, pero sin el marxismo no se hubieran producido, la Yihad surge del islam, no lo representan, pero han encontrado en el Corán lo que buscaban.

Pero esa es solo una cara de la moneda, la de la religión sin cultura, pero existe la otra, la que es propia de Occidente y que hace posible que los yihadistas surjan de entre nosotros. Se trata de la actual manifestación de la cultura occidental, que se pretende sin religión, que la proscribe. Es una cultura sin religión, que es el fundamento de la sociedad desvinculada, donde el deseo individual, su satisfacción, es la única norma que debe imponerse, destruir o transformar todo compromiso, todo vinculo que se le oponga. Vivimos la apoteosis de la contracultura clásica. En ella, la realización de cada persona consistía en el máximo cumplimiento de sus vínculos sociales, personales, lo que llevaba a una jerarquización extrema, porque la realización del campesino no radicaba en convertirse en burgués, sino en ser excelente como agricultor. Aquella cohesión y falta de movilidad social llegó a ser asfixiante, la dinámica actual, su opuesto, es desintegradora de la comunidad, y por ello de lo humano, y no ofrece a muchas personas las respuestas básicas para la vida, porque una cultura sin religión es estéril para las preguntas y anhelos más profundos del corazón del hombre.

Si la yihad europea se forja en una religión sin cultura, necesita, para surgir, una cultura sin religión.


                                                                                              EDITORIAL de FORUM LIBERTAS

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