Los secesionistas catalanes no desprecian simplemente a la democracia
española, es que han decidido que lo suyo, ese supremacismo sustentado
en mentiras cada vez más gordas, es más importante que cualquier forma
de democracia.
Lo de Cataluña y las Matrioskas.
jackmac34
Al margen de las indicios sobre la manera en la
que los intereses de Putin pudieran estar financiando, y atizando, el
golpe de Estado de los secesionistas catalanes, el problema de fondo
puede compararse a las muñecas rusas, porque cuando abres la primera te
encuentras con algunas más, cuando parece que has comprendido la
cuestión y se podría tratar de resolverla, aparece la nueva muñeca que
oculta varias otras, o sea, como dijo Churchill, de Rusia no de
Cataluña, un misterio envuelto dentro de un enigma. Para Putin es bueno
desestabilizar Europa y el neo-carlismo de Puigdemont y los cupaires
no ayuda precisamente a que el proyecto de una Europa sólida y con
futuro resplandezca, así es que podría ser que donde Maduro pone los
gritos otros estén poniendo los huevos. Pero vayamos con las muñecas.
Una primera evidencia, la democracia les importa un pito
Los secesionistas catalanes no desprecian
simplemente a la democracia española, es que han decidido que lo suyo,
ese supremacismo sustentado en mentiras cada vez más gordas, pero
repetidas con una insistencia que dejaría a Goebbels convertido en un
aprendiz, es más importante que cualquier forma de democracia. Hay en
esta decisión un recuerdo vivo de las verdades supremas e indiscutibles
que enarbolaban los carlistas de hace casi dos siglos frente al débil
Estado liberal español. También ellos defendían una verdadera libertad,
como estos defienden su verdadera democracia.
Las sesiones parlamentarias de primeros de septiembre mostraron con claridad meridiana que el nuevo poder catalán arranca y pretende funcionar como un nuevo absolutismo
Si había indicios abundantes de que el ideal
democrático y constitucionalista europeo, ese paradigma en el que los
españoles llevamos intentando vivir y progresar desde 1978, les importa
un bledo, las sesiones parlamentarias de primeros de septiembre
mostraron con claridad meridiana que el nuevo poder catalán arranca y
pretende funcionar como un nuevo absolutismo, como un poder que no tiene
en cuenta ningún otro, como una fuerza que va a reducir a pavesas a
cualquier forma de oposición, incluso, como es el caso, aunque sea
mayoritaria en votos sobre el censo.
Al
actuar de este modo, los golpistas han descubierto una formación
política que podría ser considerada una contradicción en los términos,
esa especie de carlismo posmoderno que lo mismo proclama sus principios
como verdades inconcusas que se nutre de torrentes discursivos
plenamente inmersos en la posverdad, que se las
arregla para armonizar a Donoso Cortés con Nietzsche, por supuesto, sin
saberlo. En esa visión absolutista de la política, cuyo exponente
operativo son esos millares de sujetos que no tienen otra cosa que hacer
que ponerse delante de la Consellería de Economía a atosigar a unos
probos guardias civiles que cumplen un mandato judicial, solo cabe la
toma del poder por la fuerza de que se dispone, y la fuerza de que ahora
mismo disponen es la de la toma de las calles con el concurso pasivo y
temeroso de quienes creen que se podrían ver privados de cualquier
condición ciudadana si tratan de intervenir, si no se apartan, y,
pronto, si no se suman.
La segunda muñeca catalana
Si
es verdad que este conflicto de los golpistas catalanes con la
democracia es el más evidente, y el más grave desde un punto de vista
lógico, sería un error considerarlo como el factor decisivo. Detrás de
ese menosprecio a las formas, a la ley, en suma, hay algo más radical, y
eso que hay nos enfrenta con un problema hondo y grave para todos los
españoles, una dificultad que será muy difícil de superar y cuya
resolución, deberá, seguramente, condicionar los planes y plazos que se
adopten para ir recuperando algo parecido a una convivencia civil
pacífica que, ahora mismo, está severamente en entredicho. La mano que
mece la cuna del primer conflicto es un miembro de carácter cultural,
una leyenda histórica amasada con mimo durante décadas y que conecta con
intuiciones todavía más provectas.
Es la convicción de que los catalanes son distintos, y, naturalmente, son mejores que los españoles, de donde se deduce con toda claridad que sea manifiestamente injusto que los catalanes se vean sojuzgados por los españoles, que Madrit les someta a toda clase de vejaciones, les robe su dinero, les haga pagar por usar sus autopistas, mientras que las de Madrid son, casi todas, gratuitas, o les pretenda colonizar, primero, para gobernar para siempre. Detrás del inmenso desastre que supondrá el intento, que será, sin duda frustrado, del golpe de Estado, de asalto al poder, está una rabiosa rebelión contra el hecho inasumible de que te controle un extraño, al que, encima, consideras inferior.Es la convicción de que los catalanes son distintos, y, naturalmente, son mejores que los españoles
Este supremacismo catalán,
se ha trasladado, lo que constituye un enorme éxito de la ingeniería
social de las últimas décadas, a muchos Rufiánes, y es el que explica
que porcentajes altísimos de ciudadanos apellidados García, que son
mayoría en Cataluña, se hayan tragado la enorme tontería del derecho a decidir, la monserga de que, aunque no quieran ser independientes, quieren que se les reconozca el derecho a decidirlo, a ser catalanes, es decir a ser mejores que el resto de los españoles, a reconocerlo, y a obrar en consecuencia.
La ausencia de cualquier rasgo positivo de españolidad, con la excepción de las gloriosas gestas deportivas, ha podido envenenar lenta, inconsciente y sistemáticamente la conciencia moral de tantos catalanes
En este punto la irresponsabilidad de los
Gobiernos de España ha sido tremenda, la ausencia de cualquier rasgo
positivo de españolidad, con la excepción de las gloriosas gestas
deportivas, ha podido envenenar lenta, inconsciente y sistemáticamente
la conciencia moral de tantos catalanes. Es muy significativo que en la
raíz de nuestros éxitos deportivos esté la felicísima iniciativa de un
catalán excepcional, Juan Antonio Samaranch, a quien los golpistas han
pretendido arrinconar en el basurero de la más discriminativa
desmemoria.
Otras matrioskas inferiores
Las
dos primeras muñecas del enredo catalán son suficientes para organizar
cualquier despropósito, pero no son los únicos elementos que hay que
tener en cuenta. Me referiré a dos factores que actúan como
catalizadores de cualquier proceso y que han sido decisivos en el procés
por antonomasia. En primer lugar, la permanente exigencia de un trato
excepcional, la reclamación de una distinción que no se mide por ningún
componente objetivo, sino por el hecho de que, trátese de lo que se
trate, siempre se pide más, se exigen nuevas diferencias a medida que se
colman las previamente reclamadas.
Bien fueron advertidos los protagonistas de la Transición, y con muy escasa fortuna, por don Julián Marías: “es inútil intentar conformar a quienes no van a conformarse nunca”
Hay que reconocer que como táctica de
negociación puede llegar a ser infalible, especialmente si el otro no
advierte de inmediato el cariz de la táctica. No conformarse jamás, no
cerrar nunca un trato, no quedar nunca contento. Sobre este punto, en
particular, bien fueron advertidos los protagonistas de la Transición, y
con muy escasa fortuna, por don Julián Marías: “es inútil intentar
conformar a quienes no van a conformarse nunca”. Se trata de una
característica que ha podido crecer con enorme poderío en un entorno
cultural en el que el deseo y el sentimiento se han convertido en
rivales insuperables de cualquier razón, de cualquier medida
presuntamente objetiva. Si en lo que pueda surgir como remedio al actual
conflicto se vuelve a olvidar esta asignatura, estamos listos.
La
actual salsa catalana tiene otro componente, esta vez no del todo
autóctono, que la hace especialmente picante. La abundancia de tontos, y
de los que se lo hacen, en el resto de España, todos aquellos que
pretenden cargar sobre nuestras espaldas no catalanas las causas del
desparrame. Es verdad que en el intento de agitación de Podemos en la
Puerta del Sol del pasado miércoles, apenas llegaron a centenares los
madrileños por el “derecho a decidir”, de manera que es un consuelo
pensar que en la abundancia de tontos disponibles son pocos los que
admiten tamaña chaladura, pero esa clase de análisis político que
pretende cargar en la cuenta de todos los demás la rauxa
política catalana es como el rayo que no cesa, un mal genuinamente
español para el que sería realmente difícil encontrar semejanzas en
parte alguna.
A ese género pertenece el
dictamen que pretende encontrar en Rajoy (o en Aznar, antes, y en
cualquiera que se ponga) la causa del crecimiento de los
independentistas. Al parecer de quienes hacen este tipo de imputaciones
tan bobas, la manera lógica de curar a los ludópatas, como el otro día
recordaba Vidal Quadras, es darles pase libre a los casinos. Con
presunciones como estas es razonable que muchos catalanes se sientan superiores y, en
este punto no les faltaría razón, porque todavía no he oído a nadie
afirmar, por ejemplo, que la sardana sea la causa del ferocísimo
nacionalismo español. En fin, que tenemos un problema para rato, pero es
nuestro problema, no solo el de esos catalanes.
JOSÉ LUIS GONZÁLEZ QUIRÓS Vía VOZ PÓPULI
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