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domingo, 10 de septiembre de 2017

GENEALOGÍA DEL GOLPE DE ESTADO EN CATALUÑA

Como era de esperar, los nacionalistas han hecho buen uso de las armas que se han puesto en sus manos y se han dedicado incansables durante cuarenta años a preparar el asalto final que estos días tiene a España en vilo.

Genealogía del golpe de estado en Cataluña. Marta Pérez

Ortega recomendaba no entretenerse en la superficie de las cosas e ir al fondo, a lo que él denominaba “las cosas mismas”. Por supuesto, si siguiéramos esta exigente indicación todos los días y a todas horas, la vida resultaría difícilmente soportable porque un empacho de trascendencia puede resultar fatal para la salud. Al fin y al cabo, somos seres contingentes y nuestra sed de absoluto hemos de satisfacerla con moderación para que no nos angustie hasta la desesperación o nos convierta en unos cargantes para familiares, amigos y conocidos. Sin embargo, hay ocasiones y asuntos que requieren un tratamiento riguroso, completo y en profundidad si no queremos provocar grandes males o sufrir terribles catástrofes. Y una de las cuestiones en las que no conviene frivolizar o contentarse con pasarle la mano por el lomo sin investigar sus entrañas es el nacionalismo identitario, esa nociva doctrina política que sostiene que la especie humana se divide en naciones cuyas esencias étnicas, lingüísticas y culturales proceden del origen de la Historia y que cada uno de estos conjuntos disjuntos necesita imperiosamente para su pervivencia y plenitud un Estado soberano propio.

El nacionalismo, del que François Mitterand en la lucidez de su agonía afirmó que era “la guerra”, acumula un legado de muertes, destrucción y barbarie realmente sobrecogedor
El nacionalismo, del que François Mitterand en la lucidez de su agonía afirmó que era “la guerra”, acumula un legado de muertes, destrucción y barbarie realmente sobrecogedor. Es éticamente inaceptable, políticamente perturbador e irrealizable en la práctica si ni no es mediante una violencia extrema. De hecho, los partidos nacionalistas de raíz identitaria deberían estar prohibidos. Basta recordar lo que los nacionalismos vasco y catalán nos han aportado en España a lo largo del último siglo para advertir que son un componente inequívocamente negativo de nuestro devenir colectivo.

Ahora mismo, el golpe de Estado que se está perpetrando por parte del Gobierno de la Generalitat catalana y por la mitad de su Parlamento nos está costando un precio altísimo en términos de división social, energías perdidas, cuantiosos perjuicios económicos y desprestigio internacional. Del nacionalismo identitario no podemos esperar nunca nada bueno. En su versión benigna, como apuntó sagazmente Albert Boadella, es como una ventosidad, que molesta a todo el mundo menos al que la emite, y en su modalidad maligna produce matanzas en masa, fosas comunes y devastación sin límites.
Suárez, González, Aznar, Zapatero y Rajoy han consentido o incluso auspiciado todos los abusos, deslealtades e incumplimientos flagrantes de las sentencias de los tribunales de los nacionalistas catalanes
Pese a estas evidencias que la experiencia histórica ha acumulado para el que las quiera ver, las elites políticas que diseñaron la Transición construyeron un Estado cuya estructura territorial -disfuncional, ineficiente y carísima- tiene por objeto dar satisfacción a los nacionalistas, en otras palabras, el Estado de las Autonomías se apoya conceptualmente en las tesis de los particularismos étnico-lingüísticos. A partir de aquí sucesivos Presidentes del Gobierno de la Nación, Suárez, González, Aznar, Zapatero y Rajoy han consentido o incluso auspiciado todos los abusos, deslealtades e incumplimientos flagrantes de las sentencias de los tribunales de los nacionalistas catalanes. 

Curiosamente, España es el único país del mundo con un sistema político pensado para que aquellos que quieren destruirlo dispongan de los instrumentos institucionales, culturales, educativos, financieros y de creación de opinión para hacerlo con toda comodidad. Baste decir al respecto que no hay otro Estado sobre la tierra en el que en una parte de su territorio nacional las familias no pueden escolarizar a sus hijos en la lengua oficial de ese Estado.

Como era de esperar, los nacionalistas han hecho buen uso de las armas que se han puesto en sus manos y se han dedicado incansables durante cuarenta años a preparar el asalto final que estos días tiene a España en vilo. Valiéndose de su control de las aulas, de los medios de comunicación públicos y del dinero que la Hacienda común les ha ido suministrando con largueza, han conseguido, gracias a la pasividad de las instancias centrales, lavar el cerebro de una parte apreciable de la sociedad catalana a base de mentiras, tergiversaciones, inventos y subvenciones. En realidad, lo asombroso de este ataque implacable al imperio de la ley y a la convivencia no es lo que los nacionalistas han hecho y hacen, sino lo que no han hecho ni hacen a estas alturas todavía los dos grandes partidos nacionales.
Un golpe es un acto ilegal de fuerza y que la ley es impotente para impedirlo si no va acompañada a su vez de una fuerza superior
Por tanto, no hay nada que nos pueda sorprender porque el golpe estaba cantado. Llegados a este punto de confrontación inevitable, lo que Rajoy ha de comprender es que un golpe es un acto ilegal de fuerza y que la ley es impotente para impedirlo si no va acompañada a su vez de una fuerza superior. Las zarandajas pusilánimes sobre la proporcionalidad, la serenidad y la tranquilidad, ya no sirven. Tiene que actuar de manera rápida, contundente y efectiva, sin que exista la menos duda sobre su determinación y sobre el irresistible poder del Estado. Liquidado el putsch y con sus responsables debidamente inhabilitados, multados o, si procede, encarcelados, viene la segunda parte, la de ir al fondo del problema y acometer las reformas de nuestro sistema político y de nuestro derecho primario que hagan desaparecer de nuestro ámbito público cualquier fuerza política inspirada por ideas incompatibles con los valores occidentales de libertad, igualdad, democracia y respeto a la ley. Todo lo que no sea eso, es perder el tiempo.


                                                                        ALEJO VIDAL-QUADRAS  Vía VOZ PÓPULI

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