El primer papa jesuita y no europeo de la Iglesia católica explica sus reservas sobre la globalización y la responsabilidad de Occidente en un libro-entrevista
“Sabe como se suicida un argentino? Se
sube a la cima de su ego y se tira desde allí arriba”, le espeta el papa
Francisco al sociólogo francés Dominique Wolton. La conversación
discurre sobre la identidad argentina del primer papa jesuita y no
europeo de la Iglesia Católica. En Europa el Papa no ve el espíritu de
sus padres fundadores, “no veo Schumann, no veo Adenauer”, dice.
“Europa, cierra, cierra, cierra”, “más tentada de dominar espacios que
de crear procesos de inclusión y transformación”, como dijo el año
pasado al recibir el premio Carlomagno en el Vaticano. Ve en la miseria,
la falta de trabajo y la guerra el motivo de tanta emigración.
“Falta
trabajo porque fueron explotados, pienso en África”, dice. “No sé si
puede decirse, pero ciertas colonizaciones europeas…”, aventura. ¿Emigración?: “Jesús fue un refugiado, un emigrante”, “Europa fue creada por los lombardos y otros bárbaros”.
Se
habla de la cultura e identidad europeas de los argentinos en un
continente mestizo. “Por eso somos tan orgullosos”, dice, y suelta el
chiste. Y luego otro que le concierne: “Mire si es humilde este papa que
aunque es argentino ha escogido llamarse Francisco y no Jesús II”. “Así
somos”, dice Bergoglio, de 76 años de edad, antes de lanzarse al
tercero: “¿Sabe cual es el mejor negocio?: Comprar un argentino por su
valor y revenderlo al precio que él cree valer…”.
Muchas risas y sintonías en el libro de 400 páginas (Pape François. Politique et société)
que acaba de publicar en París Wolton, un experto en comunicación,
laico, diez años más joven que el papa, que presenta la obra como “el
primer libro del papa Francisco sobre su visión de la política y de la
sociedad”.
Naturalmente, no es la
primera entrevista sobre estos aspectos que el Papa concede, pero sí la
más completa: reúne doce entrevistas realizadas a lo largo de un año
para hablar de guerra y paz, religión y política, laicidad, familia,
moral y costumbres. La principal constatación es la de que Bergoglio
(nacido en Buenos Aires en 1936) es un Papa al que le gusta hablar.
“Cuando
era estudiante, un viejo jesuita me dio este consejo: “Si quieres
ascender, piensa claramente y habla oscuro”. “Me esforcé en lo
contrario: hablar claramente”, dice el Papa. “Odio la hipocresía, si no
puedo decir algo, no lo digo pero no hago hipocresía que es algo que me
subleva”, explica.
Un hombre accesible y
corriente, muy sensible a lo social, que dice que “la economía liberal
de mercado es una locura”, que reprocha a Occidente sembrar el caos y la
guerra en el mundo (“nosotros provocamos el caos, ¿quién pone las
armas, quién hace la guerra?”), que define su defecto personal como
“cierta tendencia a lo fácil y a la pereza”, que dice no tener miedo a
nada, aunque confiesa temer a los periodistas: “Cuando me subo al avión
con ellos tengo la impresión de bajar al foso de los leones”. Critica la
desinformación como principal “escollo” de los periodistas de hoy; “dicen
únicamente una parte de las cosas, lo que les conviene, llevan al
lector a juicios erróneos sobre la realidad porque solo le proporcionan
la mitad de los hechos”, explica, confesando que dejó de ver la tele en los años noventa.
Al
mismo tiempo, este hombre franco y hablador se muestra bastante
reservado en temas espinosos, como su opinión sobre la teología de la
liberación (solo habla de “los pecados de estas teologías ideológicas
que tienen mucha ingenuidad”, “el peor pecado es el orgullo, el orgullo
de los ángeles”, dice), o los crímenes de la Iglesia:
–
¿Por qué la iglesia es más severa con los católicos de izquierda, los
curas obreros, la teología de la liberación, que con los católicos de
derecha, la congregación de San Pío X y muchas veces con las
dictaduras?– le pregunta Wolton.
–
Puede que sea porque la izquierda busca siempre nuevas vías, en cambio
cuando se mantiene el estatus quo, cuando se practica la rigidez, eso no
constituye amenaza, así permite vivir tranquilamente. (…) La Iglesia se
ha identificado muchas veces con los fariseos y no con los pecadores.
La iglesia de los pobres, de los pecadores…
– Sí, pero eso es el evangelio, pero luego está la iglesia-institución…
–
Están los pecados de los dirigentes de la Iglesia, faltos de
inteligencia o que se dejan manipular. Pero la Iglesia no son los
obispos, los papas, los curas. La iglesia es el pueblo.
– ¿Qué responde a quienes subrayan continuamente las exacciones y crímenes de la Iglesia durante siglos?
– ¿Cuando la Iglesia dejó de ser servidora para ser patrona?
– Si, eso duró mucho tiempo…
– Sí, pero es una cultura de la época. La Iglesia ha perdido esa cultura.
– ¿El contexto histórico basta como explicación? –insiste el entrevistador, pero Bergoglio no entra y se va por las ramas…
Definido por su entrevistador como
“socialmente un poco franciscano, intelectualmente un poco dominico y
políticamente un poco jesuita”, este Papa “es más querido por los laicos
y los ateos que por los católicos”, dice Wolton. “Usted es el último
comunista de Europa”, le dice sin conseguir espantarle. Al revés,
responde el papa Francisco, “los comunistas son los cristianos, son los
otros quienes nos robaron nuestra bandera”.
Oriente
Medio es una espina: “Occidente quiso exportar un modelo democrático en
un país que tenía otro, diciendo ‘es una dictadura’, pero era una
dictadura con un sistema de acuerdos porque se trataba de tribus que no
podían ser gobernados más que de aquella manera. Libia es lo mismo:
incluso si Gadafi no era San Agustín, hoy los libios se preguntan,
‘¿porqué los occidentales vinieron a decirnos lo que debe ser una
democracia? Teníamos un Gadafi, ahora tenemos cincuenta’. En Oriente
Medio la responsabilidad es de Occidente”.
El Papa se declara cauto con los partidos políticos “sólo para cristianos o para católicos”.
“Eso conduce siempre al fracaso”, dice. Elogia a Francia por ser uno de
los raros países europeos con una política familiar, pero no oculta su
hostilidad a la aplicación de la laicidad en Francia. “El Estado laico
es algo sano –dice–, pero creo que en ciertos países como Francia esa
laicidad tiene un tinte heredado de la Ilustración demasiado fuerte que
construye un imaginario colectivo en el cual las religiones son vistas
como subcultura. Francia debería elevar un poco el nivel de la laicidad
en el sentido de que dijera que las religiones también forman parte de
la cultura (…) En la tradición francesa la Ilustración pesa demasiado
(…) ¿Qué quiere decir un estado laico abierto a la trascendencia, que
las religiones forman parte de la cultura, que no son subculturas.
Cuando se dice que no hay que llevar cruces visibles o que las mujeres
no deben llevar esto o aquello es una tontería porque ambas actitudes
representan una cultura (…) Hay exageraciones, especialmente cuando la
laicidad se coloca por encima de las religiones”.
“Diría
que es más bien de derechas por su formación con los jesuitas
argentinos pero que su proximidad con los pobres le radicalizó hacia la
izquierda, está escandalizado por las desigualdades Norte/Sur”, dice
Wolton, caracterizando a su entrevistado cuya personalidad le fascina.
FORUMLIBERTAS.COM Vía FORUM LIBERTAS
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