Los hechos avalan la
idea de que los Mossos d’Esquadra carecen de personal competente para
desarrollar en toda su plenitud las actividades policiales
contraterroristas.
Fue el primer día de septiembre cuando el
portavoz del Gobierno de la Generalitat de Cataluña declaró pomposamente
con relación al ataque terrorista en las Ramblas de Barcelona:
"Si alguien lo que quiere insinuar es que ese atentado se podía haber evitado, que lo diga, que tenga el coraje de decirlo".
Yo lo afirmo; y para ello no necesito coraje sino inteligencia. Los políticos nos tienen acostumbrados a una corrección que oculta la realidad; y, en este caso, es obvio que lo que Jordi Turull pretendía era retar a sus oponentes a traspasar esa línea sutil que obliga a tratar a los nacionalistas con suavidad –incluso a pesar del enorme desafío que nos están planteando a los españoles– para no herir sus sentimientos, pues al parecer de tal criterio de cortesía depende una buena parte de los votos que más pronto que tarde acabarán depositándose en las urnas catalanas. Yo no necesito ninguno de esos votos y, por ello, me veo libre de cualquier convencionalismo para no irritar a esos nacionalistas, incluso cuando ocupan las más altas magistraturas de la región en la que gobiernan.
"Si alguien lo que quiere insinuar es que ese atentado se podía haber evitado, que lo diga, que tenga el coraje de decirlo".
Yo lo afirmo; y para ello no necesito coraje sino inteligencia. Los políticos nos tienen acostumbrados a una corrección que oculta la realidad; y, en este caso, es obvio que lo que Jordi Turull pretendía era retar a sus oponentes a traspasar esa línea sutil que obliga a tratar a los nacionalistas con suavidad –incluso a pesar del enorme desafío que nos están planteando a los españoles– para no herir sus sentimientos, pues al parecer de tal criterio de cortesía depende una buena parte de los votos que más pronto que tarde acabarán depositándose en las urnas catalanas. Yo no necesito ninguno de esos votos y, por ello, me veo libre de cualquier convencionalismo para no irritar a esos nacionalistas, incluso cuando ocupan las más altas magistraturas de la región en la que gobiernan.
Como acabo de señalar, la cuestión de si el atentado de Barcelona pudo evitarse es un asunto que puede someterse a una discusión racional. Eso es lo que pretendo en este artículo, basándome en la idea de que el hecho de que un atentado pueda materializarse es una cuestión de probabilidad, y por tanto lo que hay que examinar son los factores que determinan esa expectativa. Tales factores se refieren, en lo esencial, a las capacidades de que disponen los terroristas para desarrollar su acción y a las que tienen las fuerzas de seguridad para oponerse a ella. Por lo que respecta a los terroristas, han de tenerse en cuenta los siguientes elementos que coadyuvarán a elevar su probabilidad de éxito:
- Su voluntad para cometer el atentado concreto de que se trate, lo que está sujeto a restricciones políticas, pues, incluso en el caso del yihadismo, no todo vale.
- Los medios económicos y materiales –infraestructura, armamento, explosivos, vehículos– de que disponen.
- Su capacidad para desarrollar la inteligencia –seguimientos, observación del objetivo, información– que requiere tanto la acción terrorista como la huida del lugar de los hechos.
- Su cualificación para manejar sin fallos el armamento, los explosivos y los vehículos a emplear en el atentado.
En cuanto a las fuerzas de seguridad, los aspectos más relevantes que operarán en sentido contrario al de los terroristas, disminuyendo su probabilidad de éxito, son estos:
- La disponibilidad de personal cualificado para desempeñar las labores de inteligencia, lo que incluye la obtención y análisis de información, la realización de seguimientos y vigilancias, así como el empleo de informadores.
- Las relaciones de cooperación con los servicios de inteligencia y las fuerzas policiales ajenas, sean nacionales o extranjeras.
- La capacitación del personal para repeler sobre el terreno las posibles agresiones y para frustrar las acciones terroristas en curso de realización, teniendo en cuenta los principios de oportunidad, congruencia y proporcionalidad en el uso de los medios disponibles.
- La realización de acciones preventivas, singularmente en materia de seguridad pasiva.
La voluntad de cometerlo hay que darla por descontada –pues, de hecho, tuvo lugar–, pudiéndose añadir que la célula de Ripoll no parece que tuviera restricciones políticas relevantes: el atentado se dirigía a un objetivo que el Estado Islámico considera legítimo –los "cruzados e infieles" en la tierra de "Al Ándalus"– y para el que encuentra poca resistencia en la comunidad musulmana, a la vez que afectaba directamente al sector turístico contra el que, en los últimos meses, se ha levantado la izquierda gobernante en Barcelona, lo que añade una percepción adicional de legitimación.
Además, la célula contaba, al parecer, con un fuerte liderazgo en el imán de Ripoll, con la particularidad de que éste encontró una rápida sustitución cuando murió en la explosión de Alcanar. Todo ello coadyuvaría a elevar la probabilidad de éxito en la acción terrorista.
Sin embargo, la célula disponía de pocos medios económicos: sus miembros vivían de su trabajo y no contaban, por tanto, con la ventaja de la clandestinidad; no pudieron alquilar o comprar la vivienda de Alcanar ni la masía de Riudecanyes, sino que tuvieron que ocuparlas, con el consiguiente riesgo para su seguridad.
Aun así, supieron eludir cualquier control de sus actividades y pasaron desapercibidos para las fuerzas policiales. Por otra parte, no disponían de armas de fuego, aunque pudieron comprar cuchillos y un hacha. Asimismo, realizaron algunos viajes, alquilaron vehículos y adquirieron sustancias para fabricar triperóxido de triacetona (TATP), la llamada madre de Satán, el explosivo que pretendían utilizar en sus atentados, aunque esta perspectiva se vio malograda por la deflagración de Alcanar.
En consecuencia, de estos elementos cabría esperar una contribución intermedia o baja a la probabilidad de éxito del atentado –siempre condicionada a que los fallos señalados hubiesen dado una oportunidad a las fuerzas policiales para frustrarlo, lo que no ocurrió como más adelante detallaré–.
En cuanto a la preparación de los atentados, todo indica que, más allá de que su envergadura pudo llegar a ser mayor, al haberse planificado el uso de explosivos, los terroristas habían observado el terreno y preparado las rutas de acceso y retirada, constatando la ausencia de medidas de seguridad pasiva y la existencia de una vigilancia más bien moderada. En este sentido, tuvieron la pericia suficiente como para desarrollar una labor de inteligencia que favoreció la probabilidad de éxito de su acción.
Finalmente, en lo que atañe a la cualificación de los miembros de la célula en materia de armamento y explosivos, parece que su entrenamiento fue bastante deficiente. De hecho, la destrucción de la casa de Alcanar se debió a su impericia en la preparación y manejo del TATP. Sólo se ha constatado que sabían conducir vehículos, pero ello no puede considerarse como un signo de especial preparación. En este terreno, lo que los hechos revelan es una incidencia negativa en la probabilidad de éxito del atentado.
Atendamos ahora a los factores que operan desde el lado de las fuerzas policiales, y en concreto de los Mossos d’Esquadra, en tanto que policía integral encargada de la seguridad en el ámbito territorial de Cataluña.
Comencemos por la cualificación de su personal en materia contraterrorista y, para ello, dejemos claro de entrada que disponemos de muy poca información al respecto, pues no se han publicado datos acerca del tamaño de las plantillas ocupadas en aquella tarea, ni de su formación, ni de su especialización.
Sin embargo, es significativo que, del total de operaciones antiyihadistas realizadas en Cataluña desde 2004, sólo un 18 por ciento han sido protagonizadas por esta policía autonómica, y que del total de detenciones practicadas únicamente le corresponda un 17 por ciento. Ello señala que la mayor parte de la experiencia desarrollada contra la yihad terrorista en Cataluña se ha concentrado en la Policía Nacional –en torno al 57 por ciento– y la Guardia Civil –25 por ciento–, siendo menor el papel de los Mossos. Esta circunstancia responde, seguramente, a su menor capacidad operativa en el campo que nos ocupa, lo que explicaría los ostensibles fallos que han tenido en el caso concreto del atentado en las Ramblas.
Para empezar, el imán de Ripoll, al que se atribuye el liderazgo de la célula, pasó desapercibido para los Mossos, incluso a pesar de que éstos recibieron una comunicación de la Policía de Vilvoorde (Bélgica) en la que se le consideraba sospechoso. Los Mossos no realizaron ninguna investigación al respecto ni se dirigieron a la Policía Nacional, como hubiese sido aconsejable. Por cierto, este último cuerpo contaba con indicios de la peligrosidad de Es Satty y, sin embargo, no realizó ninguna operación en torno a él, por lo que cabe atribuirle parte de la responsabilidad de que el organizador de la célula acabara siendo invisible para las fuerzas de seguridad.
Por otro lado, se ha sabido que, casi tres meses antes del atentado, el 25 de mayo, la NCTC norteamericana avisó a los Mossos de un posible atentado en las Ramblas. El cuerpo policial catalán consideró esa amenaza como poco verosímil. Sin embargo, en la reunión semanal de la Mesa de Evaluación de la Amenaza Terrorista que se celebró el 1 de junio la información de la agencia estadounidense fue considerada creíble, constándole tal circunstancia al responsable de información de los Mossos.
Éstos, como es sabido, no hicieron nada para mejorar la seguridad pasiva del lugar en el que se cometió el atentado. Y se sabe que también despreciaron –en este caso, en compañía de los responsables de seguridad del Ayuntamiento de Barcelona– las sugerencias que, en el mismo sentido, se habían transmitido desde el Ministerio del Interior, a finales de 2016, para prevenir atentados cometidos con vehículos, como había venido ocurriendo en varios países europeos desde que, el día de la fiesta nacional de Francia, un camión arrollara en el Paseo de los Ingleses de Niza a los viandantes que contemplaban un espectáculo de fuegos artificiales.
A lo anterior hay que añadir también que, después de que tuviera lugar la deflagración del material explosivo almacenado por los terroristas en la casa ocupada de Alcanar, los Mossos –que rechazaron la ayuda de la Guardia Civil en este asunto– fueron incapaces de identificar el origen del incidente, perdiendo así las 18 horas que transcurrieron desde el momento de la explosión hasta el atentado en las Ramblas para dar la alarma y emprender acciones preventivas.
En resumen, los hechos avalan la idea de que los Mossos d’Esquadra carecen de personal competente para desarrollar en toda su plenitud las actividades policiales contraterroristas. Tienen medios materiales y cuentan con acceso a informaciones de inteligencia, incluso de servicios extranjeros –en este caso, a través de las instituciones estatales–, pero no han desarrollado suficientemente la capacitación necesaria para prevenir atentados o para organizar la seguridad pasiva.
Es a este nivel de incompetencia profesional de los Mossos al que cabe atribuir, en el caso que nos ocupa, una elevación y no una reducción de la probabilidad de éxito en el atentado de Barcelona.
Señalemos adicionalmente que, pese a lo
anterior, los Mossos sí demostraron capacidad para repeler la agresión
terrorista, en curso de realización, que tuvo lugar en Cambrils. No
obstante, el hecho de haber matado a los cinco yihadistas participantes
–a cuatro de ellos por parte de un solo policía pertrechado con un fusil
de asalto– denota precipitación y, seguramente, carencia de
proporcionalidad en la acción armada.
Esta apreciación puede ser discutible y el asunto debiera ser analizado por la autoridad judicial. Pero donde las dudas son menores es en el caso de Younes Abouyaaqoub –el terrorista al que se atribuye la matanza de Barcelona–, que fue abatido en campo abierto, rodeado de policías autonómicos, tras la realización, según testigos, de trece disparos.
No parece que se le diera la oportunidad de rendirse, o que se tratara de inmovilizarle o inutilizarle sin matarle. Se perdió así una importante fuente de información para la resolución del caso, mostrándose una vez más que el entrenamiento de los Mossos participantes en la acción es insuficiente.
¿Qué se puede concluir de todo esto? Desde mi punto de vista, es evidente que la probabilidad de éxito para la célula terrorista que
cometió el atentado en las Ramblas, teniendo en cuenta sus medios y su
capacitación, no era muy alta y, desde luego, no estaba cercana al cien
por cien.
Sin embargo, los errores preventivos cometidos por los Mossos d’Esquadra y su incapacidad para valorar adecuadamente la información que les llegó de fuera, así como para reconocer el origen de la deflagración de Alcanar, hicieron que esa probabilidad fuera suficiente como para desarrollar la matanza de Barcelona.
El atentado pudo evitarse, pero para ello Cataluña tendría que haber contado con un cuerpo policial mejor capacitado y con mayor experiencia en la lucha contra el terrorismo.
MIKEL BUESA Vía LIBERTAD DIGITAL
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