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sábado, 30 de septiembre de 2017

CATALUÑA EL DÍA DESPUÉS

Lo que la sociedad civil española no puede ni debe consentir son arreglos políticos coyunturales en la oscuridad.

Cataluña, el día después. EFE

Después del frustrado intento secesionista catalán y las posibles  elecciones posteriores que  conllevarán, probablemente, a un gobierno de la Generalitat aun más radical pero, seguramente, no con mas fuerza política que el actual, será la hora de reflexionar seriamente acerca del futuro de España, Cataluña incluida.

Siendo imperativa tal necesidad, el escenario político no será favorable por ahora a conclusiones ni rápidas ni buenas, debido la dispersión y excentricidad de nuestras fuerzas políticas; la peor de la actual era democrática.

Quizás no hay mal que por bien no venga: puede ser el tiempo de una discusión abierta, transparente y serena

Sin embargo, quizás no hay mal que por bien no venga: puede ser el tiempo de una discusión abierta, transparente y serena que a  diferencia de las oscuras componendas políticas del pasado plantee todos los temas y las alternativas posibles dentro, eso sí, de unas reglas de juego claras y aceptadas por todos; que  no pueden ser otras que las derivadas de nuestro actual orden constitucional.

El Estado de Derecho, que constituye el pilar fundamental de la civilización política occidental contemporánea, se basa en el cumplimiento de la ley, que puede ser modificada, pero no de cualquier manera, sino de acuerdo con ella.  Tratar de sortear este sagrado principio civilizador excluye obviamente del debate político a quienes lo pretendan.

Nos recuerda el profesor Joaquín Abellán en su ensayo Democracia una máxima jurídica “probablemente la más famosa de toda la Edad Medieval”: quod omnes tangit ab omnibus approbari debet” cuya traducción: “lo que afecta a todos, debe ser aprobado por todos” debe seguir siendo  el principio rector de cualquier posible cambio constitucional.

La actual Constitución que con todos sus posibles defectos ha enmarcado el mejor periodo de la historia de España en términos de libertad y prosperidad económica y social, puede y acaso –si se dan las circunstancias– debe ser enmendada; eso si, siempre que se alcance el suficiente consenso político –según la ley- para su modificación.

La crisis catalana podría servir para abrir un debate sobre los temas que más amplio interés social conciten, entre los que cabe señalar: 
  • El sistema autonómico: sus ventajas, sus inconvenientes y su reordenación para encauzar el mejor futuro posible de España.
  • La educación: reconsideración de la descentralización de su gestión pública y atención prioritaria a su calidad como base de un mejor futuro.
  • Las pensiones: afrontar, como una sociedad adulta, su incuestionable crisis y resolver su viabilidad a largo plazo.
  • La sanidad: remover las fronteras autonómicas que menoscaban el funcionamiento del buen sistema público que disfrutamos y promover los cambios necesarios para mantenerlo a largo plazo.
  • La población: el envejecimiento, la insuficiente tasa de natalidad y la inmigración son asuntos de gran enjundia que hay que afrontar sin demoras.
Se podrían añadir más temas a tratar: el funcionamiento de la justicia, el sostenimiento del Estado de Bienestar, la necesaria mejora de nuestra calidad institucional, la reforma del sistema electoral, los excesivos y crecientes obstáculos a la innovación empresarial, los serios problemas de seguridad y defensa, etc.
En nuestro tiempo se han probado con éxito en muchos países de referencia las comisiones de expertos de incuestionable prestigio profesional para tratar temas de enjundia
En nuestro tiempo se han probado con éxito en muchos países de referencia las comisiones de expertos de incuestionable prestigio profesional para tratar temas de enjundia parecida a los que actualmente se  enfrenta España. Al cabo de sus conclusiones, sería la hora de la política y los posibles acuerdos para cambiar las cosas; si es que fuera posible alcanzar mayorías suficientes para ello.


No parece que en la actualidad se den las circunstancias ni para enmendar aspectos sustanciales de nuestra constitución ni para arreglar de verdad ninguno de los temas enunciados, pero el sólo hecho de afrontarlos abierta y transparentemente tendría un  efecto muy positivo: la agenda política ya no estaría en manos de quienes mas disparatadas ocurrencias tengan y hasta los programas más vulgares de TV podrían dedicarse a tratar de asuntos serios de público interés en vez de anécdotas superficiales.

En todo caso, lo que la sociedad civil española no puede ni debe consentir son arreglos políticos coyunturales en la oscuridad. El rigor de los nuevos planteamientos políticos,  la claridad de su exposición y la transparencia de las discusiones deben ser imperativos categóricos para las horas y los días posteriores al fallido proceso secesionista catalán.




                                                         JESÚS BANEGAS (Foro Sociedad Civil)   Vía VOZ PÓPULI

Cataluña bloquea la legislatura y condiciona la duración del Gobierno

La crisis institucional por el proceso soberanista y el referéndum condicionará la estabilidad política y la creación de alternativas políticas al PP


El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, comparece en el pleno del Congreso de los Diputados. (EFE)

La crisis institucional por el proceso soberanista en Cataluña condicionará la estabilidad política, la duración de la legislatura y del Gobierno y la creación de alternativas parlamentarias, además de hacer saltar por los aires las estrategias de los partidos, pase lo que pase este domingo.

Con el 1-O arranca ya la cuarta etapa de la convulsa legislatura que se inició en las elecciones de junio de 2016. Primero fue la incertidumbre por la falta de Gobierno y el fracaso de la primera investidura de Mariano Rajoy; luego el fin de Pedro Sánchez, la abstención del PSOE y la toma de posesión del presidente como inicio de una etapa de sintonía entre populares y socialistas, con la quimera del “Gobierno desde el Parlamento” y, por último, las primarias del segundo partido, que dieron lugar a una fase con dos bloques ideológicos en el Congreso, el de la derecha y el de la izquierda.

Reunión de la Junta de Seguridad de Cataluña para coordinar la seguridad del  1-O. (EFE)
Reunión de la Junta de Seguridad de Cataluña para coordinar la seguridad del 1-O. (EFE)

De esos dos bloques se pasa ahora a un nuevo eje, el que tiene que ver con la política territorial, con Cataluña y quizás con la futura primera gran reforma de la Constitución. Esa nueva etapa mantendrá bloqueadas iniciativas parlamentarias, hasta el punto de adivinarse una legislatura fallida.

Al Gobierno le dificulta contar con el PNV para sumar la mayoría absoluta necesaria para aprobar los nuevos Presupuestos y en el campo contrario impide la formación de una mayoría alternativa al PP para una eventual moción de censura, porque el derecho a decidir separa irremediablemente a los partidos necesarios para sustituir a Rajoy.

Partido Popular


El PP llega al 1-O con el discurso de la firmeza, el poderío y la eficacia que ha hecho que, con toda seguridad, el domingo no haya un referéndum en Cataluña con resultados homologables, sino, en todo caso, una enorme movilización ciudadana. Su problema es que los años de uso y abuso de su mayoría absoluta han dificultado que se diferencie entre Estado y Gobierno, justo ahora cuando más necesitaba Rajoy esa diferenciación.

Rajoy se juega su futuro a la carta de evitar el referéndum. Si lograra su objetivo, fuentes de la dirección del PP aseguran que no ven posible un proceso de negociación con los independentistas, sino la continuidad de las medidas adoptadas en las últimas semanas que, según explican, han impedido ya materialmente la celebración del referéndum.

Las medidas adoptadas en las últimas semanas han impedido ya materialmente la celebración del referéndum, según fuentes de la dirección del PP

Su mensaje polariza el escenario, con posible comprensión y respaldo mayoritario en el resto de España, pero con contraindicaciones como reducirle a partido testimonial en la política catalana, sin perspectiva de recuperación.

En 2006 inició esa tendencia con la recogida de firmas contra el Estatut y ahora corre el riesgo de mantener una deriva similar. La dirección del PP explica que desde Génova no se ha alentado ningún gesto o campaña de militantes, pero se ha dejado hacer a quienes lo han querido desde sus sedes.

PSOE


Tras las primarias de mayo, Sánchez había roto el mensaje de la identificación con el PP y había favorecido el de la colaboración con Podemos, aunque disipando la idea del acuerdo para una nueva moción de censura contra Rajoy. Ahora, Cataluña desmonta esa estrategia y les vuelve a separar.
Su respaldo al Gobierno frente al proceso independentista pretende anteponer la política de Estado a la estrategia partidista, lo que comporta importantes efectos colaterales. Solo en privado ponen en cuestión abiertamente decisiones como la actuación de la Fiscalía o el despliegue policial.


La dirección socialista admite que precisan mucha pedagogía para explicar esa posición, aprisionados por la polarización extrema y, más aún, si finalmente se aplicaran otras medidas como el artículo 155 de la Constitución. Por eso Sánchez se negó a la foto del frente contra el independentismo con el presidente del Gobierno y con Albert Rivera. El reverso es la evidente falta de presencia pública del líder de la oposición en momento tan delicado y su llamativo silencio.


Su baza estratégica es la de la comisión del Congreso, arrancada a Rajoy para abrir una pequeña rendija de diálogo, la única que se vislumbra en este momento, con el horizonte de la reforma Constitucional, y como contrapartida al apoyo político al Ejecutivo del PP. Su carencia es la de no saber o querer concretar esa propuesta futura.

Unidos Podemos


Empezaron restando importancia al referéndum, para valorar luego la importancia de la movilización ciudadana y, finalmente, se han subido a la ola al impulsar la idea de que el 1-O es un acto de enorme protesta popular contra Mariano Rajoy. Es decir, intentando extender a toda España el rechazo al PP y el desgaste del Gobierno, según han hecho explícito, entre otros, Ada Colau, Xavier Domènech e Íñigo Errejón, como proceso de acumulación de fuerzas y búsqueda de la hegemonía, al modo de Gramsci, para su pulso con lo que llaman el "régimen del 78".


El líder de Podemos, Pablo Iglesias, durante el pleno del Congreso en Madrid. (EFE)
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, durante el pleno del Congreso en Madrid. (EFE)

Han sido muy críticos con la actuación del Estado, con expresiones como “presos políticos”, con el riesgo de ser tachados de antireferéndum en Cataluña y, paradójicamente, de proseparatistas en el resto de España. Esa posición borrosa se manifiesta en el apoyo peculiar de Colau al referéndum, buscando salvar una hipotética inhabilitación y anunciando finalmente su voto en blanco, y en las distintas posiciones en el Parlament, personalizadas en las discrepancias entre Joan Coscubiela y Albano Dante Fachín. Además de su fallida asamblea de cargos de Zaragoza.

Todo ello, a su vez, tiene que ver directamente también con la pluralidad de su opción política y las rivalidades internas.Según una encuesta de La Sexta, un 82% de los votantes de Catalunya Si que es Pot quiere un referéndum, y el 52% dice no ser independentista, situándoles en la amplia gama de grises entre el blanco y el negro que intentan gestionar su dirigentes.

Su apuesta es la de la futura consulta pactada, aunque presenta el problema práctico y jurídico de que, expresamente y por unanimidad, el Tribunal Constitucional ha cerrado esta vía. Solo es posible, según una de sus resoluciones, con un cambio constitucional que puede ser vetado por el PP, lo que imposibilita salir del bucle por esa puerta.

Ciudadanos


Aritméticamente encabeza la oposición en Cataluña, pero en el resto de España es el cuarto partido, de tal forma que su fuerza limitada ha quedado aprisionada por la polarización entre Gobierno e independentistas. Entre el original y la copia, se suele preferir a quien como el PP puede dirigir y tomar directamente las medidas a través del Gobierno.

C's cierra cualquier opción al diálogo y ha coincidido con ERC en el voto en contra a la comisión que abordará la reforma territorial

Además del apoyo al Gobierno, su principal actuación durante la crisis fue presentar una proposición no de ley en el Congreso que resultó un fracaso. Midió mal sus fuerzas y no pactó previamente el contenido y su tramitación. Tampoco ha podido sumar y aunar fuerzas en su propuesta de moción de censura en Cataluña, en la que también se ha quedado solo en busca de su papel.

Cierra cualquier opción al diálogo futuro y, llamativamente, ha coincidido con ERC en el voto en contra a la comisión del Congreso que abordará la reforma territorial. Fuentes de su dirección admiten que, no obstante, participarán activamente en sus trabajos, con la idea de que nada se podrá hacer sin contar con ellos, especialmente, en Cataluña.


                                                                             FERNANDO GAREA  Vía EL CONFIDENCIAL

TIEMPO DE LOS ENANOS...



La educación pasa por ser el mejor salvoconducto de la libertad del hombre, el mejor valladar contra la tiranía que se lance contra ella. 

Nuestro clásico F. de Quevedo y Villegas, en el cap. XXXV de La hora de todos y la fortuna con seso, a un “morisco de los expulsos de España”, ante el “Gran Señor de los turcos” que –rara avis en aquellos tiempos- inquiere de los súbditos las buenas medidas para gobernar, le hace pedir que “se doten universidades y estudios” para “sacar de bárbaras a sus gentes”.

Pero un renegado de la corte del Gran Señor -“encendido en coraje rabioso”- le replica diciendo que “en la ignorancia del pueblo está seguro el dominio de los príncipes”; “el estudio que los advierte los amotina. sallos doctos más conspiran que obedecen; más examinan al Señor que le respetan; en entendiéndole, osan despreciarle; en sabiendo qué es la libertad, la desean; saben juzgar si merece reinar el que reina; y aquí empiezan a reinar sobre su príncipe”.

El veredicto del Gran Señor es de los que no pasan de moda en las malas artes del gobernar. “Yo elijo ser llamado bárbaro vencedor; y renuncio que me llamen docto vencido. Saber vencer ha de ser el saber nuestro, que pueblo idiota es seguridad del tirano. Y mando a todos los que habéis estado presentes que olvidéis lo que oísteis al morisco”.
Volviendo a la educación, el educador no es fin sino instrumento. Perdería los papeles aquel educador –padres, Estado, Iglesia, enseñantes privados- que –al educar- se mirase a sí antes de mirar al educando; o pretendiese conformarle a la medida de su propia forja mental, política, ideológica, religiosa o utilitaria.

Estas premisas –valederas en esta post-modernidad de la cultura de los medios más que de los fines­- haga de motivo conductor para estas reflexiones de hoy.


Dos noticias del verano alertaron mi atención. Dan comienzo las pruebas de acceso a la universidad –antes selectividad y ahora EAU. Pablo Iglesias, en un artículo publicado en El País- parece rebajar el nivel a su cacareada moción de censura contra el gobierno de Partido Popular.

A bote pronto se me ocurre:

Si en la primera –las pruebas de acceso a la universidad- ha de sorprender ante todo la rebaja continua del listón de exigencia a los alumnos – próximos universitarios-, asombro ha de causar la dimisión de cuatro examinadores de estas pruebas, en Baleares, al permitirse que los alumnos puedan presentar el examen en la lengua española. La medida –según los dimisionarios- denota “odio contra el catalán”.

Y, en cuanto a la segunda -la moción de censura del Podemos del Sr. Iglesias-, parece como si, ante la realidad del visible sinsentido de su “feliz" iniciativa, se le hubiesen encogido los pliegues del valor al llegar la hora de la verdad y temerse tal vez solo ante el peligro. Se sabe que al personaje y a su ego satisface más el papel de mamporrero, con la batuta delante del pueblo adicto, que verse ante los cuernos astifinos, dialécticos, exigitivos de razones mejor que de tópicos, de los representantes del pueblo entero. Se cura en salud por si acaso y la reboza casi sólo de efectos mediáticos, de propaganda y de ganarse unos días en las cabeceras, siempre halagüeñas para según qué políticos, de periódicos y telediarios.

Si de cretinos oigo calificar en los medios a los cuatro mosqueteros dimisionarios de Baleares, de estupefaciente o estúpida era calificada la iniciativa del Sr. Iglesias. 

Y como las dos cosas riman afinidades: los examinadores son universitarios docentes y el Sr. Iglesias se precia de ser profesor universitario –su currículum certifica dos carreras e incluso premio al mejor expediente académico de su promoción-, bien estarán algunas reflexiones que los hechos piden y no será difícil bosquejar un tanto.

Pienso yo que, en estos tiempos de la frivolidad y de lo efímero, del “todo a cien”, del sucedáneo y el relativismo a la carta de cada cual, quien mentara siquiera el viejo refrán de que la letra con sangre entra, sería de inmediato puesto a parir; y el calificativo menos hiriente sería el de bárbaro o retrógrado y el de mayor prosapia o nivel, de maltratador,  facha o carca.

Para no hacerme acreedor a iras desmesuradas de cretinos al uso, de bocazas de los derechos humanos y de quienes confunden la velocidad –la letra- con el tocino –el espíritu de la letra-, me puse a buscar la raíz del famoso dicho, que el propio Goya recrea en su lienzo “Escena de escuela” o ”La letra con sangre entra” –Museo de Zaragoza-, para fustigar los vicios de la enseñanza en su tiempo (finales del x. XVIII). De El por qué de los dichos, de J. M. Iribarren (Aguilar, Madrid 1962, p. 558) tomo varias notas de interés.

El refrán nació para indicar el trabajo y el esfuerzo que se requieren para saber algo o adelantar en alguna cosa.

Covarrubias, en el Tesoro de la lengua castellana, anota que la palabra sangre del refrán sólo expresa que, para saber, se ha de trabajar y sudar, y no es bula para maltrato a los niños y menos con crueldad y castigos corporales como hacen los “maestros-tiranos”.
Rodríguez Marín apostilla “la letra con sangre entra” con el añadido de “pero con dulzura y amor se aprende mejor”.

E incluso María de Maeztu varias veces lo comenta y completa más aún al referirlo no sólo a los alumnos sino del mismo modo a los maestros y profesores: esfuerzo y trabajo del alumno y más todavía de los maestros.

Y en cuanto a los dimisionarios de Baleares ante el derecho del estudiante a hacer su examen en la lengua que quiera entre las oficiales del lugar, además de cretinismo o enanismo, falta de madurez y equilibrio-, el nombre más adecuado sería fanatismo, sectarismo y por supuesto barbarie. Y en lo del odio al catalán, ni caso: sofoco de mal perdedor.

Y en lo referible al estupefaciente Sr. Iglesias –a pesar de su “estar” en el mundo de la política con dos carreras y mejor expediente académico de su promoción-, me limitaría sólo a remitir al último capìtulo del libro El siglo post-moderno”, del prof. Octavi Fullat (Barcelona 2002, pags. 187 ss., esp. 209), en el cual, apuntando al compromiso como único modo serio para que la sociedad y el hombre se encuentren consigo mismos y con los otros en una comunidad civilizada y justa, censura acremente –además de a otras “castas” sociales- a esta concreta los políticos. Sólo mentaré que habla de “la majadería en el poder”; de que “los políticos, como son dioses, lo saben todo sin necesidad de discurrir”; y de que, “no porque salgan más en la televisión, son más capacitados”.

El que quiera más que esto lo busque por sí mismo.

En epifonema a estas rfeflexiones de hoy y puesto que la música y su letra son literatura en movimiento, me vuelvo a una de las coplas-denuncia de Carlos Cano, “La metamorfosis”. “Donde va ese muchacho con el triunfo en la cara / subiendo como un gamo la invisible montaña? / ¿Qué gloria se reparte? / ¿Qué será lo que dan que le hace perder el culo? / Señor, qué barbaridad! /¿Y ese chico de barba? / De todo se ha olvidado, / tiró por la ventana los sueños del pasado… / El mismo que decía / ¡compañero a luchar! … / ¿Qué queda de aquel tiempo? / ¿Qué fue de la ilusión? / ¿Dónde está la esperanza de nuestra generación? …. / Tiempo de los enanos, de los liliputienses / de títeres, caretas, de horteras y parientes, / de la metamorfosis y la mediocridad / que de birlibirloque te saca una autoridad…”.

Y de la música en movimiento de Carlos Cano me vuelvo a la prosa valiente y certeza de Chesterton y a sus ironías sobre las verdaderas razones de las cosas, las crisis galopantes de familia y matrimonio por ejemplo, de la política también como de la universidad y la docencia. Para él, la cosa no está ni tanto ni tan sólo en la oxidación y falta de actualización y reforma de las instituciones como en la escasa talla –cretinismo y enanismo entecos de los llamados a ponerlas en acto y virtud cada día.

Lo recuerdo bien. Cada año de mi docencia universitaria dedicaba invariablemente la primera clase de cada curso a explicar a los alumnos ese magnífico ensayo de Ortega y Gasset que lleva por título “Misión de la universidad” (Obras, Alianza Editorial, Madrid, t. IV, pp. 313-353). 


Siempre insistía en dos de las ideas: que reformar algo no va tan sólo con quitarle los defectos que tiene sino con introducir buenos usos que superen positivamente los defectos. Y que la primaria tarea universitaria está –a la vez- en la formación de buenos cuadros profesionales y la investigación científica y técnica para abundar en lo anterior. Y a un buen profesional –de lo que sea- se le exige un buen soporte humano para la profesión elegida; suficiente preparación técnica en esa misma profesión para poder ejercerla con rigor y eficacia sociales; y todo eso “a la altura de los tiempos”.

¿Mi frase del día? Hoy, ante este panorama de la educación declinante y de las políticas estupefacientes, elijo ese verso tan razonable de mi poeta metafísico A. Machado: “¡Qué difícil es, cuando todo baja, no bajar también…!” .

La verdad es que, contra los halagüeños pronósticos de la Ilustración, parecen importar más el papel o la letra de un título colgado en la pared de un despacho como pieza de lucimiento o cascarón hueco del culto a lo efímero, lo estupefaciente y mediático que poseer lo que ese título representa y llevar la bandera del bien de todos en lugar de la del clan 
o el partido o el yo de uno mismo tan solo. 

Claro que –como ya dijera resignado Lope de Vega en su disputa sobre el “Nuevo arte de hacer comedias”- “puesto que el vulgo es necio, demos al vulgo lo que el vulgo quiere”, aunque eso se llame –como en los tiempos viejos- “pan y circo”.


                                  SANTIAGO PANIZO ORALLO Vía el blog CON MI LUPA

JORNADA DE IRREFLEXIÓN: NADA QUE CELEBRAR, MUCHO QUE LAMENTAR

El referéndum como tal será un fracaso. Nadie puede ganar este pulso porque el rasgo esencial de este problema es justamente lo que no se quiere admitir: el empate insoluble en la sociedad catalana


"Maratón por la democracia" para defender el 1-O. (EFE)

Si la de mañana fuera una votación normal, este sábado los catalanes estarían en plena jornada de reflexión y el resto de los españoles dispuestos a disfrutar plácidamente del primer fin de semana del otoño. Nada de eso. Ni lo que mañana suceda en Cataluña tendrá nada que ver con una votación democrática, ni los españoles estamos tranquilos, ni esta es una jornada para la reflexión serena, sino para cánticos de guerra y lamentos premonitorios del desastre. Si en este conflicto enloquecido hubo algún momento para la reflexión, se dejó pasar; y temo que cuando regrese ya será tarde para casi todo.

La pregunta más repetida en estas tensas horas previas a la colisión es ¿qué pasará mañana? El simple enunciado de la pregunta, con toda la carga de incertidumbre que contiene, ya encierra un presagio ominoso. Porque la única respuesta honesta es: nada bueno. No hay forma de que mañana haya una buena noticia procedente de Cataluña. Ni para unos, ni para otros. Démonos por satisfechos si se logra que el día concluya sin desgracias mayores. Por lo demás, al final de la jornada todos tendremos mucho que lamentar y nada que celebrar.

Les prometieron un referéndum y les servirán, en el mejor de los casos, una chapuza impresentable: votar con un censo robado

El referéndum como tal será un fracaso. Algún día los ciudadanos catalanes que creyeron de buena fe el discurso plagado de embustes de los dirigentes independentistas se volverán contra ellos por este engaño consciente, masivo e insensato. Les prometieron un referéndum y les servirán, en el mejor de los casos, una chapuza impresentable: votar con un censo robado, echando papeletas de pega en envases de plástico con ranura para un recuento amañado. Les aseguraron la independencia en 18 meses y todo lo que harán será escenificar una charlotada llamada DUI, tras la cual Junqueras volverá a llamar a Montoro para preguntar por sus dineros.


Acto simbólico en la Puerta del Sol para expresar el rechazo al referéndum (EFE)
Acto simbólico en la Puerta del Sol para expresar el rechazo al referéndum (EFE)


Con sucedáneo de votación o sin ella, con posterior declaración de independencia o sin ella, la próxima semana Cataluña seguirá formando parte de España. Y el próximo mes, y el próximo año. Pero estará más lejos de España que nunca, y más partida por dentro que nunca. Como estará más alejada la posibilidad de encontrar una salida cooperativa al encaje constitucional de Cataluña. Y por el camino, las instituciones del autogobierno habrán devenido inservibles. En algo coinciden desde hace años los ultras del nacionalismo español y los del nacionalismo catalán, separadores y separatistas, 'fachas' y 'rufianes': en querer acabar a toda costa con la autonomía de Cataluña. Pues bien, ya lo han conseguido, enhoramala.


Nadie puede ganar este pulso porque el rasgo esencial de este problema es justamente lo que no se quiere admitir: el empate insoluble que persiste en la sociedad catalana. Los independentistas apelan a una mayoría que no existe; y como no existe se la inventan, la fabrican, la disfrazan y terminan presentando un guiñapo como el del 6 y 7 de septiembre. Y algunos unionistas se empeñan en ignorar que el 'statu quo' actual ya no es aceptable para más de la mitad de los catalanes.
Ni por un instante han creído los dirigentes soberanistas (quizá con la excepción del pobre Puigdemont) que la república catalana pudiera ser una realidad viable a corto plazo. El objetivo del 'procés' no es culminar con una victoria que se sabe imposible, sino precisamente no terminar nunca.

Lo que se busca es un 'procés' eterno. Salvando todas las distancias (sobre todo, la ausencia de terrorismo), Cataluña se encamina a una suerte de ulsterización política: un conflicto permanente, una herida abierta a la que no se permite cicatrizar, un marasmo institucional en el que las fronteras de lo legal queden emborronadas, un bucle coercitivo que alimente el irredentismo. Que nadie espere que tras la tempestad venga la calma: la política española está condenada a vivir condicionada por el conflicto catalán durante mucho tiempo, y eso va a lastrar decisivamente no solo la convivencia sino el progreso.

La política española está condenada a vivir condicionada por el conflicto catalán durante mucho tiempo

Por lo que se refiere a la jornada de mañana, muy pronto sabremos si estamos ante un simulacro de votación al que los convocantes puedan agarrarse o ante un enorme conflicto de orden público. O una mezcla de ambas cosas. Contando con una votación masiva en los pueblos del interior, el Govern apuesta todas sus fichas a que TV3 pueda ofrecer a primera hora de la mañana imágenes de colegios electorales abiertos y repletos de gente en Barcelona y en las capitales. Y sobre todo, la imagen soñada de Puigdemont, Junqueras, Forcadell y Colau depositando su papeleta, felices y sonrientes, ante una nube de cámaras del mundo entero. Si consiguen eso, lo que suceda el resto del día será irrelevante, y de nada servirán los pataleos del Gobierno tratando de demostrar que “esto no es un referéndum”. Como en las huelgas generales, el veredicto estará establecido en el primer asalto.


Carles Puigdemont, la presidenta del Parlamento Carme Forcadell, y el vicepresidente Oriol Junqueras participan en la concentración de alcaldes en la plaza Sant Jaume de Barcelona. (EFE)
Carles Puigdemont, la presidenta del Parlamento Carme Forcadell, y el vicepresidente Oriol Junqueras participan en la concentración de alcaldes en la plaza Sant Jaume de Barcelona. (EFE)

Si consiguen eso, la autoridad del Estado español habrá quedado irreversiblemente dañada, y ninguna posterior sentencia condenatoria de los tribunales podrá remendar el roto. No hay nada más delicado para un Estado que un desafío abierto a su poder de hecho. Cualquiera que sea el contenido de la batalla, la derrota operativa del Estado es un fin revolucionario en sí mismo. Por eso todas las fuerzas populistas y subversivas del mundo concitan hoy sus esperanzas en esas primeras horas del domingo en Barcelona.

La diferencia entre un nacional y un nacionalista es que el primero siente que pertenece a un país y el segundo cree que el país le pertenece

El problema es que este Estado democrático, que se ha pertrechado para responder con eficacia a las agresiones externas (por ejemplo, el terrorismo), no está preparado para hacer frente a una sublevación nacida en su propio seno y que utiliza para destruirlo los instrumentos institucionales que el propio Estado le ha suministrado. Rajoy ha albergado siempre la convicción de que en algún momento los secesionistas darían un paso atrás, y así ha llegado hasta el día de hoy. No lo han dado ni lo darán, y esa constatación le está produciendo más perplejidad que efectividad. Si todos tenemos la sensación de que los independentistas han ido siempre un paso por delante, ¿por qué hemos de confiar en que mañana será distinto?

La diferencia entre un nacional y un nacionalista es que el primero siente que pertenece a un país y el segundo cree que el país le pertenece. Cuando este decide esgrimir su supuesto título de propiedad, ha llegado la hora de la resistencia. En eso queda esta triste jornada de irreflexión.


                                                                                 IGNACIO VARELA  Vía EL CONFIDENCIAL

viernes, 29 de septiembre de 2017

CATALUÑA COMO OPORTUNIDAD

España y la libertad de la mano, frente a la mentira, frente al delirio racista de los apellidos catalanes, disimulados con Sánchez y Rufianes de ocasión.

Cataluña como oportunidad. EFE

A partir del 1 de octubre, y pase lo que pase en esa fecha, España tiene que afrontar un problema que no admite más maniobras dilatorias, ni paños calientes. Una parte significativa de la población catalana, con las autoridades autonómicas a la cabeza, se ha colocado en estado de insumisión, ha decidido actuar al margen de los canales constitucionales, y está dispuesta a proclamar una soberanía separada de la española. Naturalmente, no hay ninguna razón para rendirse a esa pretensión tan airada como absurda, pero menos razón hay para considerar que ese sea un problema con el que hay que  convivir, como quien soporta una dolencia incurable, hasta que la muerte lo resuelva.
Es un problema que hay que afrontar y resolver, no será fácil, ni se conseguirá sin dolor, pero no podemos seguir como hasta ahora, conllevando de manera masoquista una situación tan  podrida como insoportable.

Una primera constatación


Lo que ahora ocurre es consecuencia del fracaso de una iniciativa generosa que caracterizó a la Transición y que ha llevado a Cataluña a unas cotas de autogobierno que superan la comparación con cualquiera de los modelos federales que existen en el mundo. Los nacionalistas catalanes han sido desleales al pacto constitucional, del que formaron parte decisiva, y a las continuadas muestras de confianza en el autogobierno que han ido dando los sucesivos gobiernos nacionales. Lo que se pensó que podría serenar al nacionalismo catalán ha servido para fortalecerlo, y para hacerles creer que no existe límite alguno a sus pretensiones, de manera que la soberanía nacional catalana habría de ser la consecuencia necesaria de todo ello. Es fácil entender que la crisis económica y la corrupción política han sido factores que han catalizado el proceso, pero sea como fuere, hemos llegado a un punto en el que se necesita revisar a fondo toda esta historia.
La consecuencia de esta deslealtad de los nacionalistas nunca podría consistir en ceder más de lo que se ha cedido, sino, por el contrario, en poner el contador a cero
En una análisis puramente lógico, la consecuencia de esta deslealtad de los nacionalistas nunca podría consistir en ceder más de lo que se ha cedido, sino, por el contrario, en poner el contador a cero y revisar todo el régimen estatutario que ha traído consigo el atentado permanente a la Constitución, a la ley, a la democracia, a los derechos individuales de los no nacionalistas, al intento cínico e hipócrita de un golpe de estado capaz de desestabilizar la convivencia de los catalanes entre sí y la del conjunto de España. La suspensión de la autonomía de Cataluña no puede ser simplemente la consecuencia de unos actos condenables, sino la constatación de que ese camino no ha conducido a nada que se pueda asumir y que, por tanto, habrá que empezar de nuevo.

Un problema muy grave


El Gobierno, y las fuerzas políticas que quieran defender la democracia y los derechos individuales, los partidos que crean en la libertad política de los ciudadanos no pueden seguir actuando como si estuviésemos ante incidentes aislados que pasarán, como pasan los temporales y las sequías. Lo que ha sucedido es la consecuencia de una voluntad, la de los separatistas, y de una negligencia, la de casi todos los demás, con el Gobierno y los partidos nacionales muy a la cabeza, y de aquí deberá partir la iniciativa para poder poner la cuestión catalana en una vía de solución, para hacer que dejemos de estar absurdamente a la defensiva, para acabar con la hipocresía que olvida el sufrimiento de los ciudadanos sometidos a un régimen despótico, que, por ejemplo, no les deja hablar ni estudiar en su lengua, y que pretende borrar radicalmente su presencia  en el espacio público. Me refiero a esos ciudadanos catalanes y españoles indefensos frente a los supremacistas, a esas gentes a las que, en el colmo del cinismo, se les reprocha a veces que no hayan salido a la calle a defenderse. 
Los partidos tendrán que dejar de mirar para otra parte y prepararse para defender de manera inteligente, constante e imaginativa la españolidad de Cataluña
Esto significa, nada menos, que la política española deberá redefinirse, que los partidos tendrán que dejar de mirar para otra parte y prepararse para defender de manera inteligente, constante e imaginativa la españolidad de Cataluña, los derechos civiles de quienes allí viven, y el sometimiento de las instituciones catalanas a la ley común. De no hacerlo, las consecuencias serán espantosas, y el mayor peligro que ahora mismo acecha a los españoles es la ausencia de liderazgos políticos capaces de hacer frente a la hondura histórica, cultural y política del desafío que nos está planteando el separatismo catalán. 

Por la derecha y por la izquierda


Aquí, como diría Blas de Otero, no se salva ni Dios (la Iglesia, por supuesto, tampoco, y ha sido espectacularmente poco ejemplar y nada valiente en sus jeremiadas al respecto), porque las responsabilidades por omisión a todos nos llegan. La derecha ha sido incapaz de proporcionar un ideal moral de ciudadanía y de libertad, y lleva tiempo enfangada en su autodefensa penal y sin proponer nada que sea mínimamente ejemplar exigente y atractivo, preocupada tan solo en mantener limpia la cucaña del ascenso y la amenaza del miedo a que otros lo harían peor, una estrategia que les ha llevado a promocionar una izquierda de adefesio con tal de poder ganar por apenas un cuerpo al rival tradicional. Una derecha sin ideales, anómica y cobarde no puede seguir siendo el apoyo imprescindible de una unidad nacional puesta en entredicho por parte considerable de la población catalana. 
La izquierda verdadera deberá salir de su ensimismamiento antifranquista y reparar de una buena vez en la E de España que llevan en su nombre
La izquierda verdadera deberá salir de su ensimismamiento antifranquista y reparar de una buena vez en la E de España que llevan en su nombre. El PSOE ha perdido toda oportunidad de recuperar en Cataluña la primogenitura política nacional y solo acertará a reconstruirse como partido esencial en la medida en que pierda el miedo a identificar a España con la libertad común, en que se quite el sambenito del Tio Tom de los señoritos supremacistas de la burguesía separatista catalana. El error de Felipe González al encomendar el PSOE catalán a los maragalles ha durado demasiado tiempo, y ha sido casi deletéreo para los socialistas y para todos, pero formó parte de esa apuesta de la Transición que ha salido tan mal, y es absurdamente inútil seguir llorando por ella.

España y la democracia, una misma tarea


En su desesperada intentona por llegar al final de la escapada, los separatistas nos han hecho, muy a su pesar, dos favores de cierta importancia. El primero, dejar al descubierto sus vergüenzas, pasarse por salva sea la parte cualquier clase de garantías morales y legales para conseguir lo que pretenden. Se han manifestado como lo que son, como autócratas capaces de manipular a las masas, de organizar diversos aquelarres y noches de los cristales rotos, pero no han dado la más ligera señal de buscar otro reconocimiento que el de su omnímoda voluntad: absolutismo puro que enlaza con el pasado carlista de la estirpe, con un pensamiento premoderno y puramente sentimental, imaginario, barroco y de gutapercha. El segundo favor ha consistido en un típico despiste de fanfarrón, han olvidado la fortaleza del Estado, aun en manos de pusilánimes, y no se han dado cuenta de que su proceder iba a poner en píe las energías dormidas de una ciudadanía que no estará dispuesta al mangoneo, al chulesco porque sí, ni al privilegio incesante.
No hay otra solución: más democracia, más libertad, más dignidad, más unidad, más inteligencia común, mayor respeto a la ley
Al actuar de ese modo, nos aprestan a una tarea indudablemente pendiente, repensar más sólidamente la democracia y la unidad española, acabar con los factores que han hecho posible el enfrentamiento territorial, y hacerlo volviendo a escribir con una caligrafía más precisa y con una ambición más exigente, el programa político que nos deberá dar la continuidad y la grandeza de horizontes que ahora parecen agotados y en almoneda. No hay otra solución: más democracia, más libertad, más dignidad, más unidad, más inteligencia común, mayor respeto a la ley, y una determinación invencible de no perecer ante remolinos de la historia inspirados en una imposible vuelta atrás, en una supuesta democracia, mezcla de algarada y de facción, que ni lo puede ser ni realmente lo pretende.
España y la libertad de la mano, frente a la mentira, frente al delirio racista de los apellidos catalanes, disimulados con Sánchez y Rufianes de ocasión, frente a la demencial confusión de España con el franquismo, olvidando, freudianamente, lo mucho que tantísimos catalanes agasajaron a ese su Caudillo. Todo ese edificio levantado sobre un pasado mutilado y quimérico, se vendrá abajo si se le contrapone una enérgica apuesta por la libertad, la igualdad y la solidaridad, en la confianza de que la realidad, por oscura que parezca, se acaba imponiendo siempre a las ficciones más necias.


                                                                      JOSÉ LUIS GONZÁLEZ QUIRÓS  Vía VOZ PÓPULI


UNAMUNIANA

"Unamuno sabía, sobre todo, que lo único que podría mantener unida a España era la religión común."


Juan Manuel de Prada

A estas alturas ya nos restan pocas dudas de que Miguel de Unamuno fue el más grande escritor español del pasado siglo; y, con todas las contradicciones propias de un alma atribulada, un eminente y abnegado patriota. Como hombre constitutivamente tradicional, Unamuno consideraba que «la integración viene después de la diferenciación»; y proclamaba con orgullo: «Yo amo a la patria común con el amor ideal de un espíritu que busca la armonía, con amor nacido al leer su Historia, y amo a la patria de campanario con el amor real que busca la médula del alma, con amor que nació conmigo». Tal vez por ello escribe en 1896 que «todo castellano de espíritu abierto e inteligencia sesuda y franca debe desear que los catalanes escriban en catalán, porque produciéndose más como ellos son, nos darán más...». Aunque algunos años más tarde, allá por 1908, añadirá: «Tal vez sea en español como Cataluña haya llegado a descubrir lo más hondo de sus honduras espirituales... Si Cataluña quiere traducirse y quiere traducir a España al europeo, lo tiene que hacer en español».

Unamuno detestaba el nacionalismo porque lo consideraba un ensimismamiento o «infantilismo que delata o lleva consigo una depresión mental». Y rechaza la modalidad de autonomía catalana propuesta por Pi y Margall pues la considera la «suprema expresión de los atávicos instintos kabileños y cantonales». Frente a los anhelos independentistas, que juzgaba «egoístas y feminoides», sostenía: «El deber patriótico de los catalanes consiste en catalanizar España, en imponer a los demás españoles su concepto y su sentimiento de la patria común y de lo que debe ser esta».

Ya en 1896, Unamuno denuncia que el nacionalismo catalán es en realidad una artimaña de la burguesía para embaucar al pueblo catalán con un ideal quimérico y distraerlo de sus abusos económicos y políticos: «Tratan de separarlo, para vencerlo mejor, los que en todas partes lo explotan». Muchos años después, en 1933, su opinión sobre los nacionalistas no ha mejorado; y sin empacho les dirige las filípicas más incendiarias, a la vez que advierte sobre su estrategia de falsificación de la Historia y extensión del odio: «Ellos se creen, a su manera, arios. No verdaderos aldeanos, paisanos, hombres del país –y del paisaje–, no cabreros o Sanchos, sino Bachilleres Carrascos. En el fondo resentidos; resentidos por fracaso nativo. [...] Y luego dicen que se les oprime, que se les desprecia, que se les veja, y falsifican la Historia, y calumnian. Y dan gritos los que no pueden dar palabras. "¿Pero es que usted los toma en serio?", se me ha preguntado más de una vez. ¡Ah! Es que hay que tomar en serio la farsa. Y a las cabriolas infantiles de los incapaces de sentir históricamente el país. A todo lo que termina en la guerra al meteco, al maqueto, al forastero, al emigrante, al peregrino».

Pero Unamuno sabía que la unión impuesta por la fuerza resultaría inútil, porque «esa unión destruye la armonía, que surge d
e la integración de lo diferenciado». Y sabía, sobre todo, que lo único que podría mantener unida a España era la religión común: «¿Qué hace la comunidad del pueblo, sino la religión? –escribe en su Diario íntimo–. ¿Qué lo une por debajo de la historia, en el curso oscuro de sus humildes labores cotidianas? Los intereses no son más que la liga aparente de la aglomeración, el espíritu común lo da la religión. La religión hace la patria y es la patria del espíritu».

Unamuno contemplaba con horror cómo esa patria del espíritu había sido destruida y sustituida por la liga aparente de los intereses económicos. Por eso podrá escribirle a Azaña con infinita pesadumbre: «Justo es que España pierda Cataluña».


                                                                             JUAN MANUEL DE PRADA

                                                                              Publicado en ABC el 25 de septiembre de 2017.

ADIÓS PABLO, ADIÓS ÍÑIGO, ADIÓS PODEMOS

Cataluña está siendo la puntilla del declive del partido morado. Es la consecuencia final de una mala estrategia. Y también plantea algunas preguntas importantes para la izquierda


Pablo Iglesias, en el Congreso de los Diputados. (EFE)

Una de las consecuencias más obvias del proceso catalán es el profundo golpe a la popularidad de Podemos. Tras las elecciones generales, vistos los resultados y las dinámicas internas a las que abocaba, entendí que Podemos estaba acabado como partido de mayorías, y los acontecimientos posteriores parecen ir en esa dirección. Si su estrategia hubiera estado diseñada por un infiltrado del PP, apenas diferiría de la que están desarrollando, por lo que no es extraño que sigan cayendo. Y Cataluña es un paso más en ese sentido.

Lo peor del 1-O para Podemos es que demuestra su escasa capacidad de influencia social, uno de los indicadores que subrayan que te has convertido en un partido minoritario. Es cierto que se trataba de un escollo importante, porque la idea alrededor de la que nuclearon su discurso, la de no entrar en el fondo del asunto y abogar por el referéndum pactado, presentaba muchas dificultades.

Cuando el entorno se polariza, como ha ocurrido con el 1-O, los que mantienen posturas intermedias desaparecen de escena

Sabedores de que los temas territoriales son un arma de doble filo, en el sentido de que el apoyo y los votos que se ganan en Cataluña se pierden en el resto de España y viceversa, trataron de mantenerse en un eje en el que pudieran operar en los dos lugares al mismo tiempo. No lo han conseguido: “Queremos que Cataluña se quede pero que vote” no es un mal mensaje objetivamente hablando, pero sí era difícil de mantener en estas circunstancias.

Solo hay dos partidos


En primer lugar, porque cuando el entorno se polariza, como ha ocurrido con el 1-O, los que mantienen posturas intermedias desaparecen de escena. Los mensajes en medios y en las redes incitan a tomar partido, y quienes muestran posturas más decididas son quienes acaban concitando más apoyos. Es el caso de ERC en Cataluña y del PP en España. Hasta ahora, la principal consecuencia política de este proceso ha sido la invisibilidad de la mayoría de los partidos, absorbidos por la dinámica, que se refuerza entre sí, que mantienen estos dos.

Su mensaje ha sido "si sacamos al PP del Gobierno, se acabaron los problemas, independencia incluida". Pero tampoco les ha funcionado

Además, se trata de un mensaje difícil de mantener cuando tu propio partido no cree en él, como le ha sucedido a Podemos en Cataluña, con su líder, Albano Dante Fachin, apostando por la independencia. Y más aún si en realidad los tuyos no pertenecen a tu partido. La persona fuerte allí no es Iglesias (ni Dante) sino Ada Colau. Y Colau no está en Podemos. De modo que si esa actitud generase algún rédito, lo canalizaría una persona, la alcaldesa, que tiene su propia agenda y sus ambiciones personales.

Un Gobierno déspota


Así las cosas, lo que ha hecho Podemos es intentar girar este escenario contra el PP. Ha señalado a los populares como los responsables de todo, acusándoles de haber creado el problema, insistiendo en la represión, en cómo unos ciudadanos pacíficos son privados de sus derechos esenciales por un Gobierno déspota, tanto en Cataluña como en España. Su mensaje era, en esencia, "si sacamos al PP del Gobierno, se acabaron los problemas, independencia incluida". Pero tampoco les ha funcionado. En Cataluña, porque cuando alguien se quiere ir, como ocurre con los soberanistas, ya no les importa mucho quién gobierne en España; de hecho, para ellos es mejor que estén los populares. En el resto de España, las decisiones del PP podrán generar indignación en las redes e irritar profundamente a quienes están en su contra, pero en los demás estratos les generan adeptos. Los más derechistas están muy contentos, y muchos ciudadanos, que no entienden la independencia catalana, se han colocado bajo el paraguas popular.

El 1-O no es un buen negocio para Podemos. Pero el problema no es Cataluña. Si solo fuera eso... Lo malo es todo lo demás

Y tampoco esa postura sirve para proponerse como futuro mediador, porque ese es el papel que quiere guardarse el PSOE, que al fin y al cabo es el segundo partido, y es el que puede tener más ascendencia social. De modo que, se mire por donde se mire, el 1-O es mal negocio para Podemos. Pero el problema, en realidad, no es Cataluña. Si solo fuera eso, tendrían que salvar un escollo notable, pero contarían con recorrido. Lo malo es todo lo demás.

Tres equivocaciones


Los errores en el desarrollo de Podemos han sido numerosos, más que los aciertos que les colocaron en el lugar más visible de la política española: estructuraron el partido de un modo deficiente, prefirieron cerrarse al exterior, organizándose en torno a la gente que les parecía más fiel, se enzarzaron en luchas internas que eran inevitables, dados los diferentes grupos que integraban la formación (y eso sin contar que si vas de la mano de los 'anticapis', tendrías lío interno seguro, porque nunca se acostumbran a no dirigir ellos), y otras evitables, producto de rencillas personales, ambiciones varias y golpes bajos.

Necesitan un golpe de mano estratégico que les devuelva a primera línea, porque han vuelto al lugar de partida: el de la izquierda encerrada en un nicho

Crecieron, además, sin asentar un núcleo propio, limitándose a sumar lo que les traían otros (Compromís, Colau, En Marea y luego IU), a los que cohesionaba principalmente la promesa de que iban a superar al PSOE primero y a gobernar después. Cuando la fórmula que parecía invencible falló, cada uno de estos grupos comenzó a mirar en su propio interés, y así será en el futuro si el partido sigue cayendo.

La economía


Por si faltaba algo, tampoco organizaron un programa, un núcleo ideológico que diera respuesta al principal problema de nuestra sociedad, el material. Ayer describíamos cómo las transformaciones de nuestra sociedad están articuladas desde ese terreno, y las respuestas políticas exitosas que se han dado a esos cambios insisten en ese terreno. Podemos no lo ha hecho. Junto con una crítica gruesa al neoliberalismo, ha hablado de buena gestión de los ayuntamientos y todo lo demás han sido asuntos culturales: republicanismo, insistencia en que España está dominada por el franquismo, carrozas LGTB, toros, semáforos inclusivos, cambio de placas en calles, autobuses de la Trama y demás.

Pablo Iglesias ha dilapidado todo su capital simbólico, y lo lógico sería que fuese sustituido al frente del partido. Pero tampoco se avista sucesor

Es complicado hacerlo peor habiendo arrancado tan espectacularmente. Ahora necesitarían un golpe de mano estratégico que les devolviera a la primera línea, porque han regresado al lugar de partida: el de la izquierda encerrada en un nicho que carece de capacidad para influir en la política española. Llevan mucho tiempo trabajando para regresar allí y su esfuerzo ha terminado por dar sus frutos.

Errejón


El futuro no parece bueno para los morados. Pablo Iglesias ha dilapidado todo su capital simbólico, y lo lógico sería que fuese sustituido al frente del partido. Pero tampoco se avista sucesor. Muchas voces dentro de la izquierda señalan a Colau, pero su tirón en la España interior sería muy escaso; otros señalan al relevo natural, Íñigo Errejón, agazapado a la espera de conquistar Madrid y después el mundo, pero por muchas simpatías personales que acarree (es un líder apreciado fuera del partido), tiene que lidiar con problemas serios. La estructura de Podemos está contra él, los suyos están fuera, en gran parte gracias a su torpeza, y tampoco ha demostrado el arrojo preciso para dar un golpe sobre la mesa. Su porvenir apunta más hacia otro terreno: va a ser un intelectual brillante, alguien a seguir, pero tendría que demostrar una habilidad estratégica en las luchas internas que hasta ahora no ha mostrado para convertirse en un líder político real. Y eso sin contar con que, si toma las riendas de Podemos después de las autonómicas, es probable que ya sea tarde.

La izquierda, si quiere triunfar, debe recuperar a las clases menos favorecidas y prestar mucha atención a las medias en declive

En todo caso, el liderazgo no resuelve el mayor de los problemas. Como ya fue expuesto, el ocaso de Podemos se enmarca en una transición europea hacia nuevas formas políticas en las que la izquierda ha quedado relegada a una esquina. Este momento de crisis generalizada, que afecta también y especialmente a las viejas formaciones socialdemócratas, debería servir para repensar su posición y tejer un tipo de programa, de propuestas y de acciones que encajasen con todos esos colectivos, cada vez más numerosos, que han salido perdiendo en la honda transformación liberal de los últimos años: pequeños empresarios, trabajadores especialistas que son despedidos por resultar demasiado caros, profesionales liberales que nunca llegan a trabajar en lo que estudiaron o que cobran mucho menos de lo que pensaron, personas de más de 45 que han sido expulsadas del mundo laboral, empleados mal pagados del sector servicios, parados que entran y salen del mercado de trabajo, parejas en la treintena que se sienten inseguras sobre su futuro, y los pensionistas que están dedicando sus ingresos a ayudar a sus hijos y que temen que los años venideros sean peores, entre otros.

La izquierda debería recuperar a las clases menos favorecidas y a las medias en declive, máxime cuando la ortodoxia político-económica tiene enormes dificultades para construir un bloque social dominante. Debe ser ahora cuando la izquierda deje de pensar en términos minoritarios y se ponga en marcha para construir proyectos más amplios. Porque si no, lo mismo tardan décadas en volver.


                                                                        ESTEBAN HERNÁNDEZ  Vía EL CONFIDENCIAL

jueves, 28 de septiembre de 2017

HABRÁ VIOLENCIA EN CATALUÑA

La movilización de vecinos amañados y estudiantes abducidos permitirá crear una imagen populachera y juvenil, perfecta para el corte televisivo o la portada periodística.

Habrá violencia en Cataluña. EFE

Sí, habrá violencia porque es inherente a los movimientos políticos y sociales que están incluidos en el golpe de Estado. Sus actuaciones seguirán el manual del activista: presencia de grupos por todo el territorio, localizados en puntos estratégicos, activados de forma escalonada a lo largo de la jornada, con una intensidad de menos a más, contando siempre con presencia policial y medios de comunicación para que se visualice el conflicto. Repasemos ahora el manual.

La masa de atrezo

En todos los golpes de Estado hay una parte populachera; esa en la que el grupo golpista saca a su gente a las calles, ya sea con una manifestación, una huelga o la toma de edificios. Es la masa necesaria, de atrezo, construida con propaganda y recompensas. Es esa tropa que sirve de carne de cañón político, tan necesaria desde un punto de vista práctico, para el desorden, la violencia y la intimidación, como simbólico, en una supuesta representación del “pueblo oprimido”. Así ha ocurrido en la historia del siglo XX cuando una oligarquía ha querido sustituir a otra saltándose la ley, y está ocurriendo en el XXI.


¿A quiénes sacarán? En la teoría de movilización de recursos, los golpistas callejeros sacarán a esos dos sectores que controlan, y cuya capacidad de movilización es mayor. Me refiero, primero, a las supuestas asociaciones de ámbito vecinal o local, bien dominadas por los cargos políticos, sus asesores o sus financiados, y, segundo, a los estudiantes, que están en manos de los independentistas desde los niveles educativos más tiernos.

Esta es la razón de que puedan formar “Comités de Defensa del Referéndum” para fiscalizar a los que no voten o estén contra la consulta ilegal
Esta es la razón de que puedan formar “Comités de Defensa del Referéndum” para fiscalizar a los que no voten o estén contra la consulta ilegal, o que los niños hagan el trabajo sucio de los independentistas colocando banderas o coreando consignas que aprenden en clase.

La batalla de la imagen


Los nuevos movimientos sociales –ya no tan “nuevos”- se fundan en la idea de que el sujeto del cambio político no es ahora la “clase obrera”, sino “la gente”. No se busca, por tanto, la foto de la bandera roja sostenida por un hombre con mono azul y casco de minero, sino la de una persona corriente, enfurecida por la injusticia, y maltratada por el sistema.

La movilización de vecinos amañados y estudiantes abducidos permitirá crear una imagen populachera y juvenil, perfecta para el corte televisivo o la portada periodística. Esta será la tropa que tome los lugares estratégicos: los “colegios electorales”, edificios emblemáticos y plazas públicas significativas. Las cámaras estarán esperando ahí el momento del conflicto, tan buscado por los activistas, para visualizar el antagonismo, la desobediencia de la gente común contra una ley que tildan de “fascista” porque no la han impuesto ellos.

El activista, ese revolucionario profesional


En los menguados currículums de los izquierdistas y populistas a menudo solo hay una referencia profesional previa: activista. Es más; alguno de ellos pasó del activismo a la asesoría de un cargo público, y de ahí a otro de representación.

Lenin, contradiciendo a Marx, sentó las bases del revolucionario profesional: un burgués con ínfulas intelectuales que dedica su vida a levantar a las masas para alcanzar el poder. El activismo es el nuevo nombre de esta “profesión”, pero el mecanismo es el mismo. Lo cuenta Slavoj Žižek, un filósofo marxista de moda: es la puesta en práctica de un compromiso político y social con la causa de la transformación global.
Para el activista no hay conflicto particular o aislado, sino muestras del conflicto general, el del capitalismo contra el pueblo
Para el activista no hay conflicto particular o aislado, sino muestras del conflicto general, el del capitalismo contra el pueblo. Esto explica que los izquierdistas de Podemos, confluencias o la CUP tomen una parte tan activa en una cuestión en apariencia burguesa: la construcción de un Estado nacional y capitalista de manos del PDeCAT y ERC. En su manual está escrito que no pueden quedarse al margen, sino que tienen que tomar partido, visualizar el conflicto y canalizarlo hacia su objetivo final: la destrucción del sistema. Si Lenin levantara la cabeza estaría muy satisfecho.

La violencia del activista


La CUP pertenece a la izquierda nacionalista nutrida de las experiencias de la New Left de los movimientos sociales de las décadas de 1960 y 1970. Su modelo es Herri Batasuna (“Unidad Popular”, nombre que los catalanes han adoptado para sus candidaturas). La presencia de Arnaldo Otegi y de miembros de EH-Bildu en Barcelona, y la marcha de autobuses “batasunos” a Cataluña, se debe a algo más que a mera empatía o coincidencia de objetivos: es la visita del maestro al alumno.
Estos izquierdistas, incluido Podemos y sus confluencias, consideran que hay una violencia constante y estructural contra los de abajo
Estos izquierdistas, incluido Podemos y sus confluencias, consideran que hay una violencia constante y estructural contra los de abajo. El acto violento se produce por el funcionamiento de las normas del capitalismo global y de sus Estados. Esa violencia genera una “ justa y legítima reacción ”, ya sea en forma de terrorismo –aquí cabe el yihadista, pero también el etarra-, o de algarada callejera –por ejemplo, rodear el Congreso o el Parlamento de Cataluña-.

Esa “violencia legítima” puede tomar la forma de desobediencia de la “ley capitalista” –el caso de los desahucios, que encumbró a Colau, es un buen ejemplo-, tanto como las performances en lugares públicos, los escraches, o la invasión de las redes sociales. Frente a un sistema violento, dicen, solo cabe la violencia del oprimido. La legitimidad, por tanto, reside en que se trata de una “reacción popular”, pero también en el fin perseguido: la utopía, ya sea nacionalista, socialista, o las dos cosas.

¿Qué hacer, entonces?


Si es seguro que esta violencia, en alguna de sus manifestaciones, va a hacer aparición en torno al día y a la cuestión del referéndum ilegal, ¿qué se puede hacer? Dado que el golpe de Estado tiene dos frentes –el institucional y el callejero-, son dos las tareas: aplicar sobre los políticos golpistas la contundencia de la ley, incluido el artículo 155 de la Constitución para suspender competencias y convocar elecciones, y, por otro lado, coordinar las fuerzas del orden para controlar a los activistas y sus masas de atrezo. Ambas cosas son verdaderamente legales y legítimas.

Ahora bien: tendrá que haber preparado un plan político convincente para el día después, porque si no todo habrá sido en vano.



                                                                                       JORGE VILCHES  Vía  VOZ PÓPULI

El "bloque dominante": estas son las fuerzas políticas que dominarán Europa

Los economistas Bruno Amable y Stefano Palombarini advierten de la imposibilidad de formar un bloque político dominante. Y hay partidos que están sacando rédito


Protestas de trabajadores de Thyssenkrupp por la fusión con Tata Steel: los perdedores de los países ganadores. (F. Vogel / EFE)

Los economistas Bruno Amable y Stefano Palombarini publicaron ‘L'illusion du bloc bourgeois’ al hilo de las elecciones presidenciales francesas. Es un penetrante ensayo en el que describen la recomposición de las fuerzas políticas que está teniendo lugar en las democracias occidentales, y donde explican que toda la agitación que vivimos, con el surgimiento de nuevos partidos, el ascenso de formaciones de derechas y los cambios en los mapas electorales, tiene que ver con la ausencia de un “bloque social dominante”.

Con esa expresión no se refieren a la dificultad para congregar una mayoría amplia en torno a un partido o un candidato, sino a la complicada unión entre los intereses y posiciones que la formación triunfadora defiende y los de sus votantes. En sus palabras: “Un bloque es dominante no solo cuando es capaz de llevar un proyecto político a la victoria, sino también cuando la ejecución concreta de este proyecto corresponde a las expectativas del bloque social y, por lo tanto, asegura su viabilidad como dominante. En presencia de un bloque dominante, las políticas públicas y la alianza social que las apoya se validan y se refuerzan mutuamente”.

La nueva ortodoxia


No les falta razón. Desde un punto de vista discursivo, sí hay una idea dominante en nuestro continente, una ideología concreta que posee gran relevancia a la hora de organizar las políticas públicas, de dirigir la economía y de instigar los cambios sociales. Es esta: somos europeístas, somos liberales, somos globales, estamos a favor de las reformas para hacer la economía más productiva; sabemos que debemos ser más innovadores, apostar por una mano de obra preparada y adaptada a los tiempos, forjar empresas competitivas que salgan al exterior, perseguir el crecimiento, económico y personal, y ser optimistas ante los cambios que se avecinan.

Cuando hablan de impulsar el liberalismo, lo hacen desde la fantasía, porque nada menos liberal que esta economía llena de monopolios y oligopolios

Sin embargo, este giro en la política, que parece romper con la vieja oposición entre izquierda y derecha que dio forma a las últimas décadas, esconde algunos puntos ciegos. El primero de ellos está relacionado con las contradicciones que alberga. Es difícil estar en desacuerdo con esta propuesta, porque suena raro que alguien se oponga a reformar para mejorar, a los avances, a la innovación o a que los ciudadanos de un país estén mejor preparados.

No es verdad


El problema es que todo esto no se corresponde con la realidad: la apuesta europeísta es débil porque solo tiene en cuenta una vertiente, la económica, y porque significa fundamentalmente que Alemania gana y los países del sur pierden; cuando hablan de impulsar el liberalismo, lo deben hacer desde el reino de la fantasía, porque nada menos liberal que un mercado concentrado en torno a pocas empresas, como es el nuestro, que son alentadas a que se hagan aún más grandes por los fondos que instigan las fusiones y adquisiciones y por el dopaje del que las provee el Banco Central Europeo; cuando hablan de reformas, lo que quieren decir es que van a despedir trabajadores y a bajar los salarios, y la innovación es fantástica, solo que no la aplican, porque las empresas cada vez dedican menos dinero a ella y en su lugar deciden destinarlo a que los accionistas principales obtengan mayor rentabilidad.

Las ideas políticas que se oponen a la ortodoxia dominante son diferentes de las del pasado: hay tres tipos de ideologías emergentes

Son contradicciones poderosas, porque si bien estas tesis son sostenidas por una parte no desdeñable de la población, su aplicación práctica termina perjudicando a la mayoría, y por tanto haciendo imposible un bloque dominante, en el sentido de que exista una correlación entre las políticas que se aplican y el mantenimiento del estatus y los recursos económicos de las personas que las defienden. Antes al contrario, generan un notable aumento de la desigualdad, que expulsa en lo concreto a aquellos que respaldan esas ideas en lo abstracto.

El eje izquierda/derecha


Si esta ideología se ha convertido en dominante, no es tanto por su capacidad de convicción como por el rechazo que generan sus oponentes. Hay muchos ejemplos: gobernantes como Rajoy o Macron no han llegado al poder porque generen confianza, sino porque las otras opciones son percibidas como un riesgo. Este tipo de liberalismo se encuentra enfrente a populismos de un lado y de otro o al repliegue nacionalista, y eso ha bastado para asustar al votante en algunos países (y no ha sido suficiente en otros).

Dadas estas contradicciones, las ideas políticas que se oponen a la ortodoxia dominante son diferentes de las del pasado, entre otras cosas porque ya no se anclan en el eje izquierda/derecha, aunque conserven algunos de sus elementos típicos. En el siglo XXI, hemos visto tres tipos de ideologías emergentes:

1. Liberales y regeneradores

La primera es una nueva opción liberal, tomada como una expresión más real y profunda del sistema dominante. Es algo así como: “Vamos a ser modernos, liberales y regeneradores de verdad, y no como los que gobiernan, que lo dicen pero no lo son”. Frente a las deficiencias que perciben los ciudadanos, estos partidos se ofrecen como una esperanza. Su propuesta es liberarse de la corrupción y de las constricciones de los partidos de la derecha, de manera que puedan realizar una gestión más eficiente y que nos encamine mejor al futuro. Eso era lo que había detrás del nacimiento y del auge de la formación de Clegg, del partido liberal alemán, de Ciudadanos o de Macron.

2. La nueva izquierda

La segunda alternativa es la que proviene de la izquierda, ya sea la de Die Linke, la de Mélenchon o la de Podemos. Estas propuestas se han articulado mucho más desde la oposición a lo existente que desde una vertiente propositiva. Están contra el neoliberalismo, quieren combatir el fascismo, acabar con el racismo, la xenofobia y el machismo, y apuestan decididamente por los asuntos culturales. En España, esto se substancia en que quieren terminar con el régimen del 78, sea eso lo que sea, y con la actual configuración territorial del Estado; su propuesta última no es una idea fuerza, sino su deseo de sacar del Gobierno al PP.

3. La nueva derecha

La tercera posibilidad, la que mejor suerte ha corrido, mezcla elementos diversos de un modo novedoso. Cuenta con aspectos típicos de la derecha y de la extrema derecha, como el nacionalismo, la oposición a los inmigrantes (priorizada ahora como un asunto material, “nos quitan el trabajo; aquí no hay, no pueden venir”, más que como uno racial), la exaltación de las bondades patrias y el deseo de orden, pero los mezcla con otros típicos de la socialdemocracia, como las medidas de protección social y la mejora de los servicios públicos, así como promete mucho más trabajo para los nacionales, que fue la baza utilizada por Le Pen, Trump y el Brexit. Estas opciones son las que más populares resultan entre las clases desfavorecidas de los países ricos, entre los perdedores de las naciones ganadoras.


En Cataluña, como en otros lugares de Europa, ha sido la parte social que sale perdiendo de una zona rica la que más se ha movilizado

Incluso el proceso catalán, excluidas las consideraciones culturales, bebe de estas fuentes. Aunque no pueda subsumirse todo lo que ocurre en Cataluña en estas circunstancias, allí aparecen dos de estas lecturas. Buena parte del PDeCAT apostaba por el liberalismo triunfante, ese que podía tener grandes opciones en el mundo global gracias a la innovación y a la modernidad, y que quiere concurrir en solitario a la competición mundial antes que de la mano de regiones más atrasadas. ERC ha preferido aunar la variable nacionalista con el refuerzo social, y por eso le va mejor. Es en esas clases que ven peligrar su futuro, como la población rural, los autónomos, los pequeños comerciantes y determinados grupos de trabajadores, donde cuentan más apoyos; como ha ocurrido en otros lugares de Europa, ha sido la parte que sale perdiendo de una zona rica la que más se ha movilizado.

La opción que falta, la que está misteriosamente ausente, es la que se opone a la ortodoxia económica desde propuestas materiales mejores

Este es nuestro escenario, y entre estas tres opciones se mueve la política contemporánea. Sin embargo, ninguna de ellas ejerce de resistencia firme frente al punto central, ese motor que ha animado todos los cambios y que ha sido el causante principal de las tensiones sociales. La ideología dominante ha tenido como efecto el aumento de las desigualdades, en poder y en recursos, tanto en lo que se refiere a las personas como en lo relativo a los países. En ese contexto, el repliegue nacionalista no es extraño, porque en situaciones de escasez y de gran competencia, es habitual que cada cual defienda primero a los suyos. Pero que venzan unos u otros en esta pelea no varía la estructura. La opción que falta, la que está misteriosamente ausente, es la que propugna un modelo económico distinto, la que se opone a la ortodoxia no desde medidas paliativas de las malas decisiones sino desde la propuesta de decisiones económicas mejores.

La fuerza electoral dominante


Hasta ahora, ha habido partidos e ideologías que han tratado de canalizar las nuevas tensiones sociales hacia su terreno, pero poco más. Esto ha tenido muchos efectos, y uno de ellos ha sido la expulsión de la socialdemocracia europea del terreno de juego, porque ya no cuenta con su votante típico, que se ha marchado hacia los distintos tipos de derecha. Otro ha sido la reconfiguración de la izquierda, cuyo votante, más que la clase obrera que era su sustento en décadas anteriores, es el joven urbano formado, que identifica el sistema con lo represivo, que se mueve en la precariedad y que recompone desde lo anti las viejas ideologías.

Pero el bloque dominante real, ese conjunto de personas que han salido perdiendo en los cambios económicos, es mucho más amplio: lo conforman pequeños empresarios, trabajadores especialistas que son despedidos por resultar demasiado caros, profesionales liberales que nunca llegan a trabajar en lo que estudiaron o que cobran mucho menos de lo que pensaron, personas de más de 45 años que han sido expulsadas del mundo laboral, empleados mal pagados del sector servicios, parados que entran y salen del mercado de trabajo, parejas en la treintena que se siente inseguras sobre su futuro, pensionistas que están dedicando sus ingresos a ayudar a sus hijos y que temen que los años venideros sean peores, o incluso esos empleados que carecen de red de seguridad si las cosas se tuercen. Estos son los perdedores de nuestro tiempo, y quien sepa ofrecerles un programa coherente tendrá la fuerza electoral dominante.



                                                                         ESTEBAN HERNÁNDEZ  Vía EL CONFIDENCIAL