La manipulación desvergonzada de un sentimiento común de rechazo al
terror ya ha mostrado, más allá de cualquier duda, que los separatistas
están dispuestos a todo, es decir a romper la unidad nacional.
La presunción de Rajoy.
EFE
Para adentrarnos en un septiembre que
difícilmente será de trámite, el Parlamento ha decidido obsequiarnos con
una sesión que no será recordada por sus méritos. Los que pensaron que
se podría poner a Rajoy en un aprieto pecaron, sin duda, de optimistas,
en especial porque se volvió a poner de manifiesto que los diputados no
aciertan al ponerse los deberes, y que su supuesta voluntad de cercar al
presidente ha podido servir, paradójicamente, para fortalecerle.
Un Parlamento tan ingenuo como errado
Sin duda, lo más grave que el Parlamento debiera
haber hecho en los últimos tiempos sigue sin hacer, esto es, buscar una
respuesta inequívocamente nítida a la rebelión de los secesionistas
catalanes, asunto en el que, sin embargo, la irresponsabilidad sigue
siendo, en primer lugar, de quien no en vano es el jefe indiscutido de
la primera minoría de la Cámara.
En cuanto a la capacidad de defensa de Rajoy en la
presunta celada parlamentaria, no estará de más recordar a Unamuno: "A
veces, el silencio es la peor mentira”
Rajoy presume de tener respuestas suficientes y
de aplicarlas con proporcionalidad, pero no es sensato que el
legislativo no haya examinado a fondo este asunto, un desastre adicional
de la nula separación de poderes y de la inánime cultura política de
muy buena parte de la clase política. En cuanto a la capacidad de
defensa de Rajoy en la presunta celada parlamentaria, no estará de más
recordar a Unamuno: "A veces, el silencio es la peor mentira”.
La manifestación trucada
Barcelona
ha vuelto a sorprender al mundo por su inaudita creatividad, ha
conseguido convertir una manifestación contra el terrorismo islamista en
una burla a España, un insulto al Rey, y en una exaltación de la
bandera de los pueblerinos insurrectos, hábilmente resaltada por los servicios de orden, y por los locutores de, TVE que parecían educados en cualquier escola d’estiu
del independentismo más agreste. Al pervertir el asco y el dolor de
todos al servicio de las ambiciones de algunos, los secesionistas no
solo han dado testimonio de su capacidad para las artes de lo efímero,
sino que han vuelto a demostrar cómo Rajoy lo tiene todo bajo control, según repiten sus voceros.
Es a nosotros a quienes ofenden
Rajoy ha presumido de fair play
ante la evidencia de los groseros insultos, pero cabe dudar de que
podamos estar tranquilos con un líder tan caballeroso. Los españoles de
bien, que somos una mayoría abrumadora, tenemos que empezar a considerar
que el secesionismo no es únicamente una amenaza política o
político-legal, sino que es un desafío abierto, algo que nos coloca ante
un “o ellos o nosotros” que no por desagradable, ilógico e infundado es
menos real, y deberemos sacar las oportunas consecuencias.
Defender la unidad nacional no es tarea únicamente del Gobierno o de las Fuerzas Armadas, es algo que a todos incumbe
Defender la unidad nacional no es tarea
únicamente del Gobierno o de las Fuerzas Armadas, es algo que a todos
incumbe, un principio del que emana la propia Constitución. En
consecuencia, debiéramos de dejar de refugiarnos en consuelos del tipo
de “no se atreverán”, “no podrán hacerlo”, o “se lo impedirá el TC”,
porque la manipulación desvergonzada de un sentimiento común de rechazo
al terror ya ha mostrado, más allá de cualquier duda, que los
separatistas están dispuestos a todo, es decir a romper la unidad
nacional, a no ser que se lo impidamos. Rajoy presume que lo hará: queda
un mes escaso para comprobarlo, pero ni el calendario se detendrá ni
podremos desentendernos de nuestras obligaciones ante una rebelión a la
que, de ningún modo, podremos sentirnos ajenos.
La presunción más cara
Rajoy
dice defender su inocencia, una cualidad en la que es muy probable que
apenas crea el mismo, pero está en su derecho de hacerlo y, aunque nos
duela, en invocar los refrendos electorales a favor de su personalísima
causa. Al hacerlo, demuestra dos cosas, la primera que es resistente y
marrullero, la segunda, algo menos obvia, es que le importan un pito los
principios y lo alegatos morales que no vayan en favor de su causa.
Rajoy ha superado escenas parlamentarias en las que no habría salido
vivo ningún primer ministro de cualquiera de los grandes países a los
que queremos parecernos: no es su mérito, es nuestra carencia.
En el pleno pasado puede haber ido, sin embargo, más allá de lo tolerable al haber sacado a pasear el fantasma purulento del caso Lasa y Zabala
En el pleno pasado puede haber ido, sin embargo,
más allá de lo tolerable al haber sacado a pasear el fantasma purulento
del caso Lasa y Zabala. Es inaudito que el líder de un partido que se
presume español y conservador, de orden, trate de lucrarse con episodios
que la piedad y el instinto de conservación debieran preservar en el
discreto silencio de una memoria dolorosa. Hacerlo es miserable,
incluso, para un líder populista, pero ver al líder de la derecha
lucrarse de las lacras comunes, y ver a su platea jalearlo, no puede
hacerse sin experimentar intensos deseos de vomitar.
JOSÉ LUIS GONZÁLEZ QUIRÓS Vía VOZ PÓPULI
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