Artículos para reflexionar y debatir sobre temas y cuestiones políticas, económicas, históricas y de actualidad.
Translate
jueves, 7 de septiembre de 2017
EL DÍA EN QUE EL PARLAMENT DEJÓ DE SER UN PARLAMENTO
Ayer, el derecho fue pisoteado. No solo el derecho español y la Constitución, sino la idea misma del derecho en una democracia
(Ilustración: Raúl Arias)
El estrambote simbólico del carácter totalitario del
acto de ayer se produjo en los últimos minutos. A partir del momento en
que los diputados de la oposición abandonaron la sala, la televisión
oficial ya solo ofreció un plano fijo de Forcadell
con los miembros de su Mesa y la primera fila de aplaudidores.
Escuchamos a los amotinados cantar el himno, pero el mundo se quedó sin
ver en directo la imagen del hemiciclo semivacío.
Así se inauguró en Cataluña el tiempo de la censura, para estar a tono
con el resto de la jornada y como anticipo de esa paradisíaca república
que prometen.
Ayer, el derecho fue pisoteado. No solo el derecho
español y la Constitución, sino la idea misma del derecho en una
democracia. El Estatuto de Cataluña quedó derogado de un manotazo, el
reglamento de la Cámara burlado, los órganos de control legal orillados,
los derechos de los diputados humillados.
El
Estatut quedó derogado, el reglamento de la Cámara burlado, los órganos
de control legal orillados, los derechos de los diputados humillados
El acto sucedió en la sede de un parlamento, pero no respetó ninguno de los principios del parlamentarismo en las democracias representativas. Fue más bien una asonada (“un acto bucanero”, lo llamó Joan Coscubiela),
encabezada por quien se despojó obscenamente del ropaje institucional
para mostrarse en todo su infinito sectarismo. Que nunca más espere
Forcadell el respeto que merece la presidenta de un parlamento: su actuación de ayer recordó en muchos momentos a la de Diosdado Cabello dirigiendo la asamblea títere de Maduro.
La ley de referéndum
no se debatió ni realmente se aprobó, se ultimó de un bajonazo infame
después de tenerla embozada durante semanas. Si alguien espera que de
semejante obscena chapucería salga algo que el mundo pueda reconocer, es
que ha perdido por completo el contacto con la realidad. Independencia o democracia: el momento de la opción tenía que llegar.
No porque la causa independentista sea en sí antidemocrática, sino
porque la forma de conducir este 'procés' lo ha sido desde el principio.
En vano han intentado sus promotores revestirlo de una apariencia de
juridicidad, aparentando, para tranquilizar a inquietas conciencias
burguesas, una suerte de transición suave “de la ley a la ley”. Si en
algún momento algún bienintencionado nacionalista soñó con eso, el sueño
se arruinó cuando de forma suicida se aceptó someterse al 'diktat' de
una organización como la CUP. La
ley de referéndum no se debatió ni realmente se aprobó, se ultimó de un
bajonazo infame después de tenerla embozada durante semanas
Aquí no se trata de sustituir un orden jurídico por otro, sino de abandonar el imperio de la ley para entrar en el del poder de los hechos consumados. Eso es lo que identifica a un proceso revolucionario,
aunque no sea —de momento— violento. Un plan que se ajusta como un
guante a la estrategia de quienes están mucho más interesados en la
revolución que en la independencia.
En el bloque independentista coexisten tres planes:
-El plan de Puigdemont es pasar al victimario del nacionalismo catalán.
Político mediocre donde los haya, sabe que sus días como 'president'
están contados. La única forma de que la historia lo recuerde como héroe
es en el papel de mártir. Por eso parece estar deseando que lo
enchironen, incluso lo ha sugerido en alguna declaración. Su propia
imagen entrando en un juzgado y después en una celda, escoltado por
decenas de miles de personas, excita su imaginación. Si además con su
'sacrificio' ayuda a rescatar a su partido de la muerte anunciada, tanto
mejor.
- El plan de Junqueras es el poder, con independencia o sin ella.
Todo lo de ayer fue una sucesión de regates y trucos para que algunos
como él, sin dejar de encabezar el 'procés', eludan sus consecuencias
punitivas. En especial, la inhabilitación. Era decisivo votar la ley y
sacar el decreto de convocatoria media hora después, porque ello le
permitirá argumentar que en ese momento el Tribunal Constitucional aún no había suspendido la ley,
y que no existe la inhabilitación retroactiva.
Un burladero de papel,
pero burladero al fin y al cabo, y la condición que sin duda puso el
taimado líder de ERC para, por fin, estampar su esquiva firma en un
papel.
- El plan de la CUP, ya está dicho, es la revolución.
No le interesan un referéndum legal ni una independencia pactada —en el
caso de que eso fuera posible—, sino la ruptura con el orden
establecido. Ellos mismos se burlan en público de sus circunstanciales
socios llamándolos 'procesistas'.
El elemento necesario para los
tres planes es la radicalización del proceso. Romper la baraja, provocar
una reacción del Gobierno lo más traumática posible. Todos ellos saben
que el 1 de octubre no habrá un referéndum cuyos resultados puedan ser
contados —aunque sí urnas y papeletas en muchos lugares—, pero juegan a
hacer de la derrota una victoria: que la prohibición sea el combustible
victimista que les permita prolongar el conflicto durante años, además
de internacionalizarlo.
La sesión de ayer, aparentemente destinada a aprobar una ley, en realidad era el momento elegido para romper con la ley ya sin disimulos. Justo una semana antes de la Diada,
para abrir paso a 20 días seguidos de las masas en la calle, un Maidan a
la catalana. La misma televisión del régimen que censuró las imágenes
finales del hemiciclo se pasó todo el día deslizando la idea de que el
'procés' solo saldrá adelante mediante la movilización ciudadana, en
línea con las últimas declaraciones de los capos del independentismo.
Me
llamó la atención que la denuncia más consistente de los abusos de
Forcadell la hiciera Coscubiela, portavoz de Catalunya Sí Que Es Pot. Un
hombre que no procede de Podemos ni del partido de Colau, sino de
Iniciativa, y que en su día dirigió Comisiones Obreras en Cataluña. La
dureza de su discurso casó mal con la calculada —y calculadora—
abstención de su grupo, que sigue especulando con un futuro bipartito de
izquierdas con ERC.
A todo esto, ¿recuerdan que hace solo tres semanas el terrorismo tiñó de sangre las calles de Barcelona y estuvo a punto de provocar una matanza gigantesca? Ayer no lo recordó nadie. Ahora se comprende la prisa que tenían.
En
todo caso, quienes creemos mucho en la democracia y poco en las
naciones recordaremos con tristeza el día en que el Parlament de
Cataluña dejó de ser un parlamento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario