Lo contaba el viernes Rubén Arranz en este diario. Fue el propio Carles Puigdemont quien a principios de junio alertó a Enric Hernández, director de El Periódico de Catalunya,
de que la CIA había pasado un aviso a los Mossos d’Escuadra –y en
paralelo a CNI, Guardia Civil, CNP, y CITCO- según el cual el Estado
Islámico preparaba un gran atentado terrorista en Barcelona para el
verano, confesión que vino aderezada con la habitual letanía de
comentarios airados hacia las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad “españoles”
que hurtan información a nuestra Policía, que ya está bien, que estamos
hartos… El periodista hizo su trabajo y contrastó la información con el
entonces jefe político de los Mossos, quien confirmó la especie pero
pidió que no se publicara. La alerta era tan genérica, que no tenía
sentido alarmar a la población en plena temporada turística, argumento
que el periodista consideró convincente. Al producirse la tragedia de
las Ramblas, sin embargo, Hernández dio cuenta en la web de su diario de
la advertencia americana tal como se la había filtrado Puigdemont
tiempo atrás, sin hacer, no obstante, el alarde tipográfico que la
cuestión merecía. Cuál no sería su sorpresa cuando, tres días después,
20 de agosto, el propio president negaba tajantemente ante Ana Pastor, La Sexta, haber recibido aviso alguno al respecto. Y Hernández se hartó.
La publicación por El Periódico este jueves de la fecha exacta -25 de mayo pasado- en que se produjo esa notificación, provocó un auténtico maremoto en las filas del independentismo. Y
todos, en especial los medios de comunicación subvencionados por la
Generalidad, se lanzaron a degüello contra el mensajero, poniéndolo a
caer de un burro. Pero no fue solo Puigdemont quien negó.
También lo
hizo el nuevo conseller de Interior, Joaquín Forn (22 de agosto, RAC-1), y, con la contundencia del converso, el major de los Mossos, esa rutilante estrella llamada José Luis Trapero (28
de agosto, Catalunya Ràdio). Metidos en faena, el primero acusó a los
periodistas de “ensuciar el trabajo de los Mossos”, mientras el segundo
les culpó literalmente de “echar mierda” sobre la Policía catalana. La
pura realidad es que la cadena de mando al completo ha sido pillada en
falso. Todos han mentido, y todos están obligados a explicar a la
ciudadanía por qué callaron que Barcelona estaba amenazada, explicación
que muy particularmente deben a los familiares de los 16 fallecidos en
los atentados del día 17.
A la luz de lo que
sabemos ahora, merece la pena visionar la rueda de prensa protagonizada
por Trapero en la noche del atentado. Sobrepasado por la dimensión de
la tragedia, el jefe operativo de los Mossos trataba de defenderse en
pleno temporal como podía. Su desconcierto, sin embargo, tenía su
explicación: acababa de tragarse el sapo de la explosión de la casa de
Alcanar (Tarragona) ocurrida la noche anterior, donde la célula
terrorista de Ripoll preparaba un gran atentado con explosivos. A pesar
de la presencia entre las ruinas de casi 150 bombonas de butano, 500
litros de acetona, pulsadores y propaganda yihadista, Trapero no fue
capaz de sospechar nada. Se trataba de un caso de “tráfico de drogas”, y después
de “una explosión por acumulación de gases”. Hasta la juez de
instrucción de Amposta le advirtió de que aquello olía a chamusquina
terrorista. Los mandos políticos de los Mossos hicieron más: impidieron
la actuación de los TEDAX de la Guardia Civil en la casa de Alcanar. La
infausta noche del jueves 17 se cerró con el fiasco de una “operación
jaula” que fue incapaz de detener al autor de los atropellos de las
Ramblas, y con la noticia de la aniquilación de la célula terrorista en
Cambrils por parte de un valiente mosso dispuesto a rescatar él solito
el honor perdido del cuerpo policial autonómico.
Si la jefatura de los Mossos hubiera sabido leer lo que la tremenda explosión de Alcanar a todas luces indicaba, tal vez se hubiera podido detener a los miembros del comando antes de que llevaran a cabo su sangriento rally de horror y muerte por la Rambla
Si la jefatura de los Mossos hubiera sabido leer
lo que la tremenda explosión de Alcanar a todas luces indicaba, tal vez
se hubiera podido detener a los miembros del comando antes de que
llevaran a cabo su sangriento rally de horror y muerte por la Rambla. Es
solo una posibilidad, cierto, que en todo caso frustró la negligencia,
aliada con la inexperiencia, de Trapero y sus copains. Una
posibilidad que, en todo caso, hubiera requerido la urgente
colaboración de la Policía y la Guardia Civil, que era precisamente lo
que los mandos nacionalistas trataban de evitar. Resultó, sin embargo,
que la liquidación de los cuatro terroristas en Cambrils (la última de
las cuales, un tipo aterrado, desarmado, desorientado, fue más un
ejercicio de tiro al blanco que otra cosa), le vino a Trapero (y por
descontado a sus jefes políticos) como agua de mayo. El vallisoletano
adscrito a la causa independentista con la fe del converso se creció, se
vino arriba. Lo crecieron las avenidas del aparato de agitpropindepe.
La gestión mediática de la labor de los Mossos ha resultado un
impecable trabajo de propaganda política que en ningún momento
pretendió, sobre la base de la transparencia, mantener informada y
confortada a la población. Se trató más bien de una estrategia de
comunicación política, no policial, destinada a presentar a los Mossos
como una policía autónoma, digna de un Estado independiente, que no
necesita de la ayuda de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad (FCSE)
“españoles”.
La misma impericia, idéntica
falta de profesionalidad en el episodio de la petición de información
formulada en enero de 2016 por un policía belga a un sargento de los
Mossos sobre vida y milagros de Abdelbaki Es Satty,
el imán de la mezquita de Ripoll que en sus horas libres preparaba una
masacre al frente de la célula que encabezaba. “Cuanta más información
puedas compartir sobre este individuo, ¡mejor!”, concluía el email. La
respuesta del sargento fue puramente protocolaria. “Se trató de un
diálogo informal, no de un aviso”, se disculpan sus jefes. Más tarde
hemos sabido que la contestación a los belgas, remitida en marzo de
2016, incluía el detalle de que Abdelbaki estaba ya trabajando de imán
en Ripoll, -los Mossos se habían tomado la molestia de visitar al
presidente de la comunidad islámica de la localidad-, circunstancia que
debería haber puesto en marcha algún tipo de investigación seria, y
desde luego la correspondiente notificación a la Comisaría General de
Información (CGI) en Madrid.
Demasiadas excusas estúpidas
De modo que la petición de ayuda belga fue informal; el aviso de la CIA no era creíble, y las ciento y pico bombonas de Alcanar
eran una mera casualidad… Demasiadas excusas estúpidas para encubrir
una actuación de la policía autonómica catalana cuando menos negligente.
En su descargo cabe decir que los Mossos no son los únicos responsables
de lo ocurrido, y que las culpas están muy repartidas con CNP, Guardia
Civil, CITCO y CNI. Fallo clamoroso de los servicios de información de
todos estos cuerpos. Resulta inaudito constatar que un tipo condenado a
medio año de prisión en 2003, que fue investigado en el marco de la llamada Operación Chacal
(activada tras los atentados de Atocha del 11-M), y que entre 2010 y
2014 cumplió 4 años de condena en la cárcel de Castellón por tráfico de
drogas, haya podido campar a sus anchas desde entonces, cuando debiera
haber sido expulsado de España y, en todo caso, sometido a estrecha
vigilancia. Cualquier policía mínimamente avisado sabe que los
islamistas radicales trafican con drogas al objeto de financiar los
atentados que preparan.
La situación es aún más escandalosa si tenemos en cuenta que, según adelantó Javier Chicote en el diario ABC,
el teléfono del imán de Ripoll fue intervenido por la Policía española
hace nada menos que 12 años. En efecto, en 2005, agentes de la CGI
pidieron autorización al juez Grande-Marlaska para
intervenir su teléfono, argumentando que el cerebro de los atentados de
Barcelona estaba vinculado con dos organizaciones terroristas
integradas en Al Qaeda, autorización que el magistrado concedió en auto
dictado el 19 de octubre de aquel año. Este episodio debería estar
necesariamente registrado en los archivos del Centro de Inteligencia
contra el Terrorismo y el Crimen Organizado, CITCO (resultado de la
fusión en 2014 del CNCA –coordinación antiterrorista-y del CICO -crimen
organizado-, agencias ambas dependientes de la Secretaría de Estado de
Seguridad), y puesto a disposición de los Mossos –y de cualquier otro
cuerpo policial- para su consulta en una pantalla de ordenador tras, por
ejemplo, la petición de información cursada desde Bélgica. ¿Se hizo esa
consulta al CITCO? ¿Facilitó el Centro esa vital información a los
Mossos?
El resultado es que Abdelbaki, un
tipo que reunía todos los requisitos para estar controlado las 24 horas
del día, ha podido campar a sus anchas y asesinar a 16 personas merced a
la incuria, la ineficacia, y sobre todo la descoordinación de no sé
cuántos cuerpos policiales que racanean con los datos que están
obligados a pasar al CITCO, que se disputan la investigación de un mismo
delito, y que, éramos pocos y parió la abuela, pretenden asombrar al
mundo con su vitola de policías autosuficientes (Mossos y Ertzaina).
¿Cuál es la responsabilidad del CNI en lo ocurrido en Barcelona? ¿A que
dedica usted, general Sanz Roldán, los
enormes recursos materiales y humanos de que dispone? ¿Cómo es posible
que a estas alturas no dispongamos de una red de informadores capaces de
contar fielmente lo que predican los imanes en las mezquitas españolas?
El ministro del Interior marroquí, Abdeluafi Laftit, se lo ha repetido al patético Fernández Díaz -ahora a Zoido,
la última vez el martes 29 de agosto- muchas veces. Es un trabajo tan
fácil como delicado, que empieza por el reclutamiento del personal
adecuado entre quienes, de origen magrebí, piden asilo en España. ¿Es
cierto que los jefes políticos de los Mossos no hicieron caso de las
advertencias de Marruecos, cuyos espías –también los argelinos- campan a
sus anchas por Europa, facilitando información clave a muchos países
para frustrar atentados, según las cuales se preparaba algo gordo en
Barcelona, y que los puigdemones ningunearon la
advertencia arguyendo que Rabat sólo pretende identificar opositores
políticos a Hassan II, además de conocer los apoyos que en Cataluña
cuenta la revuelta del Rif entre la guapa gente de la CUP?
¿Es el comisario Olivera, un policía perteneciente a la acreditada ganadería que en la sombra maneja José Pepe Villarejo, el rey de las cloacas policiales, aspirante a convertirse en el próximo DAO, el hombre adecuado para dirigir el CITCO?
¿Es el comisario Olivera, un policía perteneciente a la acreditada ganadería que en la sombra maneja José Pepe Villarejo, el
rey de las cloacas policiales, aspirante a convertirse en el próximo
DAO, el hombre adecuado para dirigir el CITCO? ¿Alguna vez, señor Rajoy,
ha pensado en la posibilidad de sanear radicalmente las FCSE? ¿Y qué
piensa al respecto el señor Zoido? Es el sino de España apaleada, uncida
al yugo de una corrupción sistémica que impide levantar el vuelo a esta
pobre democracia nuestra. Urge una comisión parlamentaria que, dotada
de la independencia y los recursos necesarios, lleve a cabo una
investigación integral de lo ocurrido en Barcelona y Cambrils,
delimitando la responsabilidad de Mossos, Guardia Civil, CNP, CNI y
CITCO, y naturalmente de los Gobiernos central y autonómico. Sé que esta
reclamación parecerá a muchos un brindis al sol más, pero es deber de
todo demócrata evitar que se repita el espectáculo del 11-M,
donde un país dizque del primer mundo fue incapaz de ofrecer a sus
ciudadanos una explicación cabal y global de lo ocurrido en aquella
masacre. Vergüenza eterna.
Los desajustes de nuestro diseño territorial
Los
atentados de Barcelona han venido a poner de manifiesto una vez más los
vicios de nuestro sistema institucional, los desajustes de un diseño
territorial disfuncional que dificulta, cuando no sencillamente impide,
hacer frente a situaciones de riesgo colectivas o grandes catástrofes
por culpa de la proliferación de Administraciones, legislaciones y, en
este caso, cuerpos policiales. Algunas de las fuentes policiales
consultadas insisten en la necesidad de proceder a una reforma integral
de la “omnicomprensiva” LOFCSE (Ley Orgánica 2/86 de los Cuerpos y
Fuerzas de Seguridad del Estado, de las CC.AA. y de las Corporaciones
Locales), y proceder a la creación de una especie de FBI con capacidad
legal para centralizar las labores de seguridad –lucha antiterrorista,
delitos económicos, tráfico de drogas- en aquellos asuntos que tengan
una dimensión nacional, acabando así con los ridículos piques que hoy se
producen entre CNP y/o Guardia Civil con policías autonómicas e incluso
locales a la hora de investigar un caso. Cualquier esfuerzo que sirva
para dotar a España del sistema centralizado de protección y defensa de
la seguridad del que ahora carece será bienvenido.
Este viernes, tras 24 horas de inmisericorde asedio a El Periódico por parte de la tropa indepe, su director lanzó el crochet definitivo que ha terminado con el Govern sobre
la lona: el pasado 21 de agosto, cuatro días después de los atentados,
el mando antiterrorista de EEUU, que coordina entre otras agencias a la
CIA, confirmó por escrito a España que el 25 de mayo envió la alerta a
los Mossos, origen de la polémica. Puigdemont ha mentido como un
bellaco, poniendo en evidencia el material viscoso de que está
construido el entero prusés. Y con Puigdemont han mentido sus consellersPere Soler
(el huido jefe de los Mossos que dijo aquello de que “los españoles me
dan pena”) y Joaquín Forn, por no hablar del valiente soldado Trapero,
émulo de aquel “buen soldado Svejk” cuyas aventuras narró magistralmente
Jaroslav Hasek. “Se trataba de ensuciar a los Mossos porque habían hecho bien, demasiado bien, su trabajo”, ha escrito Pilar Rahola, musa del prusés.
Enric Hernández ha sido capaz de romper la unanimidad que desde 2012 ha
presidido la Cataluña mediática de los editoriales conjuntos. Algo se
ha roto en el antaño estanque dorado.
La noche del 13 de marzo de 2004, Alfredo Pérez Rubalcaba
pronunció tras los atentados de Atocha la famosa frase de “los
españoles se merecen un Gobierno que no les mienta”, una bandera que
actuó de catalizador para la derrota electoral del PP en las generales
del día siguiente. Si la sociedad catalana, tan tocada por la enfermedad
de la cobardía –un mal muy español, por lo demás-, no toma nota del
engaño de que ha sido objeto y no reacciona arrojando democráticamente
al desván del olvido a los impostores, entonces es que esa sociedad está
más enferma de lo que creíamos, pronta a ser engullida por el
Movimiento de signo totalitario que JxSí y la CUP representan. Rajoy
volvió a garantizar ayer “con total firmeza y determinación”, que “nadie
va a liquidar la democracia española”. Igual de rotundo se mostró en el avión que le traía de regreso a Madrid tras la manifestación falsamente unitaria del sábado 26 en Barcelona:
“Estos hijos de puta no van a poner ni una urna, ni una”. Con la
hoguera por dentro, el presidente del Gobierno parecía tranquilo. Alguno
de sus ministros, en cambio, se lo había hecho literalmente en los
pantalones. Así estamos: en los arrabales de un nuevo 6 de octubre de
1934.
JESÚS CACHO Vía VOZ PÓPULI
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