La autora lamenta la falta de liderazgo político y de altura de miras para enfrentarse a los dos grandes desafíos de España: el terrorismo y el golpismo separatista.
Algunos pusieron de manifiesto que las víctimas eran secundarias y utilizaron el atentado para enfrentarnos
Pero ahí se acaban las comparaciones posibles. Mientras que los políticos del resto de Europa reaccionaron ante los atentados consternados por el drama y unidos ante el enemigo común, en España algunos pusieron inmediatamente de manifiesto que las víctimas eran secundarias y decidieron utilizar el atentado para enfrentarnos entre españoles y, sobre todo, para afianzar las posiciones de aquellos que llevan años dedicados casi en exclusiva a alimentar a la planta carnívora con la que pretenden devorar la propia democracia.
Por poner solo un ejemplo, recuerden la cabecera de la manifestación de París, en la que los Jefes de Estado y de Gobierno de las principales democracias del mundo caminaban unidos para honrar a las víctimas y hacer frente al que sabían el enemigo común; y compárenla con la de Barcelona.
Recuerden el paisaje de las ciudades tras los atentados: en todos ellos se desplegaron por las calles los hombres y mujeres armados que tiene el mandato constitucional de defender la seguridad de todos los ciudadanos del país; y compárenlo con Barcelona, Cambrils, los controles con un solo coche, las contradicciones, los desmentidos...
Somos el único país que cuando los terroristas de turbante nos matan, reaccionamos matándonos entre nosotros
Lo que sorprende es que los yihadistas no nos hayan golpeado antes, pues ellos saben (lo vieron el 11-M) que los españoles somos el único país que cuando los terroristas de turbante nos matan, reaccionamos matándonos entre nosotros; aunque, todo sea dicho, eso mismo ya lo ensayamos con los terroristas de txapela: “Algo habrá hecho...”. Lo que es seguro es que a la vista de las las patéticas proclamas de la manifestación de Barcelona: “Vuestras políticas, nuestras muertes”; “No a las guerras”; “El terrorismo no tiene religión. Islam quiere decir paz”; “No a la islamofobia”... no se habrán sentido defraudados.
Las posibles negligencias o errores previos, la descoordinación entre fuerzas y cuerpos de seguridad derivada -o no- de instrucciones políticas de no cooperar, las consecuencias de no tomar decisiones que afectan a la seguridad “solo por si acaso”... son cuestiones sobre las que aún no tenemos respuesta. Pero todo lo ocurrido tras los atentados -salvada la entrega de todas las personas y colectivos que antes cité- es un completo despropósito, impropio de una sociedad que se respete a si misma. ¿Dónde se ha visto a unos dirigentes políticos poner medallas a nadie con las víctimas aún sin enterrar y decenas de heridos hospitalizados? ¿Cómo es posible que los máximos dirigentes de la Generalitat y de los Mossos mintieran sobre las alarmas recibidas? ¿En qué otro país los gobernantes se dedican a culparse entre ellos tras una masacre de estas dimensiones?
Sus señorías me recuerdan a los senadores que seguían tocando la lira con los bárbaros a las puertas de Roma
En este clima de mediocridad política en la que los administradores ocupan los asientos reservados a los líderes, no es de extrañar que sus señorías tampoco dedicaran un minuto de su tiempo para juramentarse contra el otro enemigo de la democracia, ese movimiento político sedicioso que ha hecho algo tan estrambótico como aprobar una ley para dar un golpe de Estado. Si el que arrebaten las vidas a víctimas inocentes no les obliga a aparcar sus rencillas partidarias y dedicarse a lo importante, ¿como van a despeinarse sus señorías para actuar contra unos tipos que solo nos quieren arrebatar los derechos de ciudadanía?
Sus señorías están a sus cosas: unos esperan que Rajoy se equivoque actuando; otros desean que se equivoque como suele, no haciendo nada; unos esperan su oportunidad intentando adelantar la jubilación para ver si heredan; otros se preparan para recoger la herencia de lo que quede tras el 1-O... Sus señorías me recuerdan mucho a los patricios y senadores de Roma que seguían tocando la lira mientras los bárbaros llegaban a las puertas de la ciudad.
Se nos acaba el tiempo. Y no se vislumbra un líder capaz de trepar al árbol más alto, otear el horizonte y gritar: “¡Selva equivocada!” . Y lo peor de todo es que nos estamos quedando, literalmente, sin árboles.
ROSA DÍEZ*** Vía EL ESPAÑOL
*** Rosa Díez es cofundadora de UPyD.
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